Tuve empeño de presentarle (se refiere a don Manuel de Falla) la maravillosa ciudad que es para mí, con Florencia, el mejor de los huertos del alma; en ambas he podido consentirme el lujo lírico de soñar. […] Una mañana de abril -aire de cristal, cielo de esmalte, olor a gloria- dije: "Hoy vamos a visitar la Alhambra". […] Al llegar, dije a mi compañero de peregrinación: "Déme usted la mano, cierre los ojos y no vuelva a abrirlos hasta que yo le avise. […] "¡Mire usted!". Él abrió los ojos. No se me olvida el ¡Aaah!" que salió de su boca. Fue casi un grito".

Manuel de Falla, su "don Manué" como encabezaba las cartas, conoció la Alhambra de la mano de María de la O Lejárraga, la autora del libreto de El amor brujo o El sombrero de tres picos. Reproduzco estas palabras de las memorias de María, Gregorio y yo. Medio siglo de colaboración, que me han evocado algunas menciones del artículo publicado en este periódico (11/11/2020) tomadas de Granada (Guía emocional) del, cito, "novelista y dramaturgo Gregorio Martínez Sierra". Y vuelven a mí de nuevo las palabras de María, desde la dedicatoria a su exmarido ("A la sombra que acaso habrá venido […] a inclinarse sobre mi hombro para leer lo que yo iba escribiendo"), hasta la confesión de la que fue Diputada por Granada en 1934 del Partido Socialista, que ante el desprecio hacia la mujer escritora de la sociedad del momento escribiría: "Siendo maestra de escuela, desempeñando un cargo público, no quería empañar la limpieza de mi nombre con la dudosa fama que en aquella época caía como sambenito casi deshonroso sobre toda mujer "literata"". Se creó entonces la que denomina "empresa Gregorio Martínez Sierra". Todos sabían quién era quién en aquella unión, de todos eran conocidas las virtudes de Gregorio como empresario y las de María como prosista y dramaturga.

Creí superadas hoy cualquier tipo de dudas. Sin embargo, leo artículos en los que se analiza la citada guía como una "temprana guía gay", con argumentos descabellados y rotundos para eludir la mano de una mujer, la pluma de la que fue una gran luchadora por la igualdad. O se atribuye un "feminismo ontológico" (¿ontológico? ¿trascendente a qué?) a quién demostró con su actitud de vida un talante nada feminista. Aunque firmó un documento en el que reconoció la autoría de ella, Gregorio Martínez Sierra, nunca renunció a sus derechos. ("Ahora, anciana y viuda, véome obligada a proclamar mi maternidad para poder cobrar mis derechos de autora"). "Negacionistas" en todos los ámbitos. Ya está bien.

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