Mercedes Alaya pasó de guardar durante años un silencio pétreo a hablar más de la cuenta. Ahora su afán declarativo le pasa factura en forma de expediente disciplinario del Consejo General del Poder Judicial por las críticas a los jueces de refuerzo con los que trabajó cuando instruía las macrocausas y tras la queja de la junta de jueces de Instrucción de Sevilla. Aunque posiblemente todo se quede en una reconvención sin más consecuencia, la anotación quedará en su historial. Siempre se ha dicho que los jueces mejor en silencio, y que hablen por ellos sus sentencias y sus autos.

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