Es inadmisible que en la gravísima situación económica que vivimos, con las inquietantes tribulaciones que se anuncian, por nuestros propios mandatarios, abunde tanta fricción entre el gobierno y sus opositores. Es lógico que existan discrepancias y distintos criterios en la visión de esta alarmante situación, pero el ejecutivo debe apearse de su obsesiva soberbia y admitir las críticas o por lo menos discutirlas y negociarlas. La oposición incluso en estas circunstancias no puede ser ovinamente sumisa e incondicionalmente servidora de las decisiones del ejecutivo, sobre todo cuando éste se cierra a la negociación, la consulta y el consenso y tiende una y otra vez al intervencionismo y al gobierno por decreto, lo más opuesto a una administración democrática.

El ciudadano serio, responsable, bien informado y consciente de la adversidad que vivimos se habrá sentido sorprendido por esa reacción histérica del gobierno que ha desplegado precipitadamente toda una estampida de insultos a la oposición con injurias algunas veces inadmisibles. Impropio de un ejecutivo que presume de gobernar como exigen las circunstancias, aunque su manifiesta minoría le haga víctima del chantaje latente y constante de sus socios de gobierno y sus apoyos independentistas que siguen cobrándose intolerables prebendas, además de imponerle la interminable cuota de su peculiar ideología. Eso sí con la contribución y el soporte agradecido de ciertos medios de comunicación, entusiastas palmeros de la causa. Ellos en muchas ocasiones son los que incitan la crispación y hostigan presuntas diferencias y enfrentamientos en las filas opositoras. Una servidumbre rentable sobre todo cuando se propaga en una masa manipulable y enmarañada en las preocupaciones y sobresaltos de la actualidad. Ante la sucesión implacable de leyes, decretos, órdenes y cambios repentinos de criterio el ciudadano, ve cada día más limitadas sus reivindicaciones.

Entre tanta contradicción, desconfianza y malos augurios auspiciados por los que, dicen, gobernar con acierto, todo conduce al desatino de tan encrespado clima en el que desde el propio ejecutivo, una de sus vicepresidentas - que equivoca los adjetivos en sus fogosos discursos - fomente las movilizaciones de los trabajadores o que se adopten medidas - rebaja del IVA - tantas veces solicitada por el PP - acusado de negacionista - contra la negativa insistente del presidente y sus ministros, repitiendo el epíteto con respecto a la renovación del CGPJ, incluso contraviniendo la disposición de Bruselas que exige que la Fiscalía General del Estado deje de depender del gobierno o el abominable asunto del indulto del ex presidente Griñán, que suscita controversias tan inconcebibles como la cínica de Fernández Vara "Si no fuera presidente de la Junta firmaría el indulto" o la del líder socialista de Andalucía, Juan Espadas que se niega a firmarlo porque se debe al código ético socialista. Un principio fundamental de honradez política.

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