hoja de ruta

Ignacio Martínez

Sobran eurodiputados

UNA votación de los eurodiputados para mantener los viajes de avión en clase business ha causado escándalo. En época de paro y recortes presupuestarios, todo privilegio es visto con recelo por los ciudadanos, con razón. Pero antes de cuestionar el vehículo que usen para sus desplazamientos los diputados en el Parlamento Europeo habría que preguntarse si necesitamos 750 representantes de los 27 países en esta Cámara. La práctica demuestra que no.

Esta institución, que tiene una complicada existencia. Buena parte de su personal tiene residencia en Bruselas, donde se reúnen las comisiones de trabajo, y todavía quedan funcionarios con base en Luxemburgo. Una semana al mes todo un ejército de políticos, gente de los grupos y funcionarios, seguidos de centenares de periodistas, se desplazan a la cuidad francesa de Estrasburgo. Las distancias son equivalentes a situar Bruselas en Huelva, Estrasburgo en Almería y Luxemburgo en Antequera. Este trasiego de personas y pertrechos cuesta una fortuna al contribuyente. Lo mismo cabe decir de sus amplísimos y costosos edificios repartidos por tres países distintos.

Y todo esto para una cámara que hasta el Tratado de Lisboa tenía contados poderes. Desde su fundación hasta su estructura actual, el verdadero poder legislativo de la Unión Europea ha estado en el Consejo de Ministros. Ahora el Parlamento tiene capacidad codecisora en numerosos epígrafes, pero para ejercer sus potestades no necesita tantos políticos, que al dislate de las sedes deben añadir 27 países de procedencia. Para tenerlos localizados haría falta un GPS para cada uno. No es broma. El antiguo sistema por el que se firmaba el lunes y el viernes la asistencia a una comisión fue abolido por el abuso que se hacía. Había diputados prestos al turismo desde un punto tan bien situado en el mapa europeo como Bruselas. Un antiguo eurodiputado me confesaba hace años que quizá un tercio de sus colegas se escaqueaban en este plan.

A este tercio pertenecería una serie de diputados a los que un diario británico tendió una trampa. Los periodistas se hicieron pasar por lobistas y ofrecieron 100.000 euros a los eurodiputados para que hicieran cambios en unas leyes. Un conservador austríaco y un socialista esloveno han dimitido. Un socialista rumano fue expulsado del grupo y uno del PP español quedó en entredicho. Otro tercio estaría formado con los políticos prejubilados que hacen su última estación en la Eurocámara, con baja productividad salvo excepciones. Y el último tercio estaría formado por los diputados dedicados a su trabajo al cien por cien.

Sería mejor mantener los viajes de los diputados en business y sus 75.000 euros libres de impuestos de salario anual, pero reducir la talla del Parlamento a la mitad y dejarlo con una sola sede. Ahorraríamos cientos de millones. Nos perdemos en los detalles.

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