La tribuna

Francisco Javier Gestoso / Economista Y Asesor Empresarial

Sociedades de garantía recíproca

ESTAMOS viviendo la primera crisis económica mundial retransmitida en directo por todos los medios de comunicación. Esta circunstancia añade otro nuevo elemento a la crisis. No sólo los datos son conocidos en tiempo real, sino también las opiniones que se extienden con una rapidez inusitada a la sociedad, necesitada de orientación dentro de la ansiedad colectiva en la que estamos inmersos.

En las últimas semanas la opinión pública solicita que las entidades financieras faciliten crédito a las empresas y particulares, porque para eso están recibiendo dinero público.

Hay que aclarar que en España el Estado no ha entregado dinero público a las entidades financieras. Sólo ha actuado de banco, cambiándoles valores por dinero, para suplir las deficiencias del mercado mundial, que ha dejado de prestar dinero por desconfianza.

El modelo económico en el que estamos inmersos es el de economía de mercado con limitada intervención del Estado. En una etapa de bonanza económica como la que hemos vivido es muy fácil dejarse llevar por la situación. Los ciudadanos, movidos por el optimismo general, hemos consumido por encima de nuestro ahorro, recurriendo a las entidades financieras para endeudarnos. Las empresas venden más y a mejor precio; tienen mayores ganancias con las que, a su vez, generan más demanda de trabajadores, bienes y servicios.

En estas condiciones, en las que todo el mundo progresa, las entidades financieras han cumplido con su papel; han facilitado enormemente la liquidez y el endeudamiento. Si se producía algún fallido, resultaba mínimo y no afectaba al patrimonio de los bancos, que además en España están obligados a constituir fondos de reserva. En todo caso, las entidades financieras han sido muy suaves en la exigencia de condiciones de solvencia.

Por el contrario, cuando ese consumidor individual cambia su expectativa y baja su nivel de consumo, las empresas venden menos y se les acumulan los stocks. En España ese proceso empezó por la venta de viviendas. Así se destruye empleo y se demandan menos bienes y servicios, creando una espiral en sentido contrario. Ésta es la situación que vivimos ahora.

Las empresas que más sufren solicitan un concurso de acreedores, la antigua suspensión de pagos. Empresarios solventes, que iban muy bien, se ven afectados porque dejan de cobrar sus ventas. Necesitan liquidez, ya no para invertir sino para cubrir sus pagos corrientes; para sobrevivir. Recurren entonces a las entidades financieras en solicitud de crédito. Hay que recordar que el negocio de una entidad financiera es tomar dinero de los ahorradores y prestarlos a los inversores para quedarse con un margen, y es lo que harán en condiciones normales. En estos tiempos se suele decir que la peor venta es la que no se cobra. Es mejor dejar de vender que no cobrar. Las entidades financieras deben seguir también esta pauta: es normal que sean ahora mucho más exigentes, porque hay muchas más posibilidades de fallidos. Si no fueran rigurosas y dieran créditos incobrables, incurrirían en pérdidas.

El Banco de España vigila de cerca la situación. Por tanto, resulta normal que las entidades financieras exijan más que antes y revisen con lupa la solvencia de los proyectos y los solicitantes de crédito. También es normal que las administraciones, y en particular el Estado, soliciten a las entidades financieras que aporten liquidez a las empresas y los ciudadanos; es lo que permitiría retomar la senda del consumo.

Al final hay coincidencia; si el dinero del préstamo se recupera bien para todos, se consumirá más y habrá más trabajo. Pero si sirve para cubrir lo que alguien ya ha perdido o permite seguir perdiendo, malo para todos; se destruirá empleo y consumo.

Es fundamental encontrar el punto de equilibrio para que las entidades financieras presten a personas y empresas solventes que puedan crear empleo, generar excedentes y devolver el crédito. En este apartado hay que recordar el papel de una figura caída en desuso; las Sociedades de Garantía Recíproca. Son sociedades financieras, reguladas por una ley de 1994, que se dedican a prestarse aval mutuo y apoyo financiero a pequeñas y medianas empresas. En las dos crisis anteriores en los 80 y en los 90 tuvieron su auge; en los tiempos de bonanza vinieron abajo. En Andalucía hay tres; Avalunión, que abarca Andalucía oriental; Crediaval situada en Córdoba, y Suraval, que opera en Andalucía occidental. El funcionamiento es muy sencillo, se crea un fondo que responde por todos los participantes, como las compañías de seguros. Quizás merezca la pena pensar en encauzar a través de estas entidades el esfuerzo de las administraciones, en particular la andaluza.

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