RAJOY acudió este domingo a Sevilla, bendijo con todos los parabienes y liturgias a Juan Manuel Moreno, su elegido, y le dejó bien claro que el reto ahora es asaltar el Palacio de San Telmo, en referencia a una presidencia de la Junta de Andalucía que se les resiste a los populares desde siempre y quién sabe hasta cuándo. Supongo que Rajoy decía eso en referencia a las próximas elecciones autonómicas, pero difícil resulta pensar que Moreno Bonilla va a ser capaz de darle tal vuelco a la situación como para lograr la holgada victoria que le permita gobernar y que evite un nuevo pacto entre PSOE e Izquierda Unida. El Barómetro del Grupo Joly, publicado en este diario durante este fin de semana, apunta más bien hacia el lado contrario, hacia una fuerte bajada del atribulado PP andaluz, que pierde la rueda de los socialistas por mucho que éstos también se encuentren en decadencia al igual que todo el entramado bipartidista. Darle un giro a eso será el objetivo del nuevo líder popular, que ha empezado con más sombras que claridades. Da bien en las fotos, eso nadie lo discute, pero cuando habla su discurso no pasa por el momento de una oratoria voluntariosa y de un mensaje predecible y anodino, muy al uso en estos tiempos de políticos impersonales e intercambiables. Tampoco le ayuda, desde luego, el dedazo tan feo de Rajoy, ni la performance de su escaso currículum vitae ni que líderes como Núñez Feijóo vengan junto a él a Andalucía para darnos a los andaluces lecciones de democracia, de Transición y de otras gaitas. Más que ver claro el futuro de Juan Manuel Moreno lo que me temo en realidad es que todo ese apoyo masivo del congreso del fin de semana, que tiene tufo a obediencia debida, se pueda tornar en desafección y fricciones si se cumplen las previsiones actuales y el PP sufre una regresión respecto a los históricos aunque agrios resultados que cosechó Javier Arenas. No son los populares muy dados a airear sus desgracias y sus broncas internas, pero da la sensación de que hay ciertas cosas que se han hecho tan mal, tan mal que antes o después acabarán saliendo por algún sitio. Al tiempo.