Sonámbulos

La efervescencia reformadora, la búsqueda de cambios, nunca había sido mayor ni más llamativa

Una crisis social como la presente que, a su vez, deriva en otras más íntimas y personales, provoca también un cierto estado psíquico de desconcierto. Cuando se rompe con la rutina y las costumbres de todos los días aparece un ánimo flotante, como de sonámbulo, que predispone a dejarse guiar por cualquiera que exhiba convicciones. Una ocasión, pues, providencial (una palabra que parecía perdida y ha vuelto) que aprovechan los terapeutas sociales cargados de buena voluntad, siempre dispuestos a influir en la vida colectiva y ofrecer paliativos y remedios. La primera fase prevista para atraer al desnortado sonámbulo suele incluir algún mensaje mesiánico y redentor. Se les dice que para acceder a la otra vida -la que nos salvará-, hay que cambiar. Y el terapeuta insiste en que este es el momento, la gran ocasión, de arreglar el mundo, porque todos, de algún grado, somos culpables de lo que sucede y hemos contribuido a la llegada del mal. En estos días, hay propuestas circulando de todo tipo, desde las que aconsejan dar una mayor entrada al pensamiento oriental en nuestras vidas (como François Jullien) hasta los que vuelven a señalar con su dedo, siempre avizor, al capitalismo como enemigo principal (Slavoj Žižek). También aparecen los que piden un Estado fuerte y más nacionalismo y elevar fronteras frente a la decrepitud cosmopolita. Basta leer un periódico para comprobar que la lista de proposiciones puede estirarse bastante. Unos predican la necesidad de una transformación espiritual e individual, otros ambicionan mudanzas radicales en el sistema. El terreno de juego unas veces es el mundo, otras Europa, o España. Pero tengan el valor práctico que tengan estas propuestas, la efervescencia reformadora, la búsqueda de cambios, nunca había sido mayor ni más llamativa. Por descontado que hay quienes aprovechan la ocasión para exhibir, con oportunismo, su decálogo de pintoresco gurú. Es irremediable cuando se dan tantos sinsabores y la gente sonámbula, asustada, se presta a ser manipulada. Pero en medio de tanto estropicio social, y olvidando por unos momentos el grave problema sanitario, habría que reconocer que se ha puesto en marcha una maquinaria de duelos dialécticos, insospechada antes, en tiempos de supuesta normalidad. Sobre todo, porque a este nuevo pensamiento polémico, crítico e impulsivo -que está presente en periódicos y revistas y empieza asomar ya en librerías- quizás le sobre ese tono pedagógico propio del que se dirige, a sabiendas, a sonámbulos en tránsito. Pero quizás queden cosas importantes, ideas válidas, para después, para cuando la gente razonable empiece a despertarse.

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