Los números hieren: cada día de 2021, 11 personas se quitaron la vida en España, un total de 4.003 fallecidos por este motivo, lo que supone una tasa de 8,45 muertos por cada 100.000 habitantes, muy cerca ya de la media mundial (9) establecida por la OMS. Tres de cada cuatro personas de las que se suicidaron en ese año fueron hombres (2.982) y la mitad (2.016) tenía entre 40 y 64 años. La tendencia al alza, que se agravó desde 2018, se ha acelerado aún más en los años de pandemia (la cifra de suicidios ha aumentado un 5,5% en tres años, especialmente entre los inmigrantes, grupo en el que el incremento roza el 25%).

Dada su magnitud, cabe preguntarse si el suicidio es sólo una cuestión de salud mental o si éste puede derivar de otras causas no necesariamente patológicas. Para Manuel Calvillo, psicólogo clínico en Córdoba, el suicidio es, antes que un problema médico, "un drama social". "Muy pocas personas que se suicidan -razona- quieren morirse, lo que quieren es dejar de sufrir". De este modo, no existe para él una relación de causa a efecto entre el trastorno mental y el suicidio.

El mito del suicidio mórbido está siendo desmontado hoy por su falsedad empírica. Miguel Guerrero, especialista en prevención, afirma que "necesitamos cambiar la conceptualización del suicidio, su imagen, y entenderlo como un problema eminentemente social y no exclusivo de la salud mental".

En verdad, hay múltiples factores que pueden alentar una conducta de este tipo: el estrés, el aislamiento, la falta de apoyo emocional, la soledad, el bullying, el maltrato, la pobreza o la discriminación, entre otros posibles. Por eso, porque el suicidio es una conducta humana compleja y multidimensional, excede del simple ámbito de la salud mental y se inserta netamente entre los conflictos sociales. Tanto, que en manos de todos está el permanecer atentos al sentir de cuantos nos rodean, el disminuir nuestra tolerancia al sufrimiento ajeno, el convertir la empatía en el mejor medicamento.

La realidad es terca: alrededor del 60% de la población tendrá pensamientos suicidas; una de cada cinco personas que no logran suicidarse, volverá a intentarlo; el año 2022 ya alcanzó los 2.015 suicidios en su primer trimestre. Urge, pues, tras un debate público y transparente, adoptar medidas eficaces. Hablar del suicidio, un tema estúpidamente tabú, no mata; lo que mata, concluye el catedrático de Psiquiatría Víctor Pérez, es ignorarlo.

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