Sobre las muy taurinas siete de la tarde saltó al escenario Juan Soto Ivars en el coso térmico de la Malagueta, el chiquero cultural de la Diputación. Un meritorio ¾ de aforo completo. Presentación del libro La casa del ahorcado publicado por editorial Debate, su último ensayo, con mención solidaria al respetable de la Librería Proteo que resurge de sus rescoldos. Completa el cartel el periodista Agustín Rivera. A Juan Soto Ivars le hemos visto ascender en el escalafón sin cortarse los pelos como novelista, ensayista y columnista escéptico-provocador.

En Arden Las Redes y otros linchamientos tuiteros puso la tecla en la llaga. Con La casa del ahorcado se enfoca en los tabús, los nacionalismos y otros desastres incubados durante la engañifa global del 2008. Los peligros agazapados en las democracias representados por el tribalismo identitario que distingue al tabú. Juan Soto Ivars sigue con su garra de los tiempos de estudiante inconformista pasado por el berenjenal familiar y reproductivo con una criatura de seis meses desvelados. La juventud y la sonrisa se le percibe cansada. Son días de gira y calor sudando cañas, dedicatorias y compromisos. Firmas de libros, entrevistas y los corre corre de la entrega de sus piezas diarias. Las selfies. Las llamadas a casa. En Cenacheriland celebramos el atraque del primer crucero after coronabicho. Verdiales y munícipes a pie de escala. Brujería para invocar el retorno a la normalidad. Encerrados en nuestro mundo, en nuestra tribu, en nuestros intereses. De lo que no se habla y por pura convención social no queremos mentar. Hay tabúes que dejaron de serlo. Otros siguen. El incesto, un espectador preguntó por el canibalismo. Un recorrido antropológico. La cultura del perdón cristiano que vía confesionario y gori goris permite emborronar y cuenta nueva. El calvinismo que no perdona ni una: Tus actos terrenales serán evaluados en el más allá. La herejía del equidistante siempre sospechoso. La libertad de expresión. Censura para hoy , ruido en las redes sociales para mañana. La desesperanza de tantos jóvenes convencidos de que van a vivir peor que sus padres. La sociedad partida en pedazos. La desconfianza en las instituciones. La vejez y la muerte. El misterio del tabú. Suena a perfume. Juan Soto Ivars vino a mentarnos la soga en la en la casa del ahorcado y no salió a hombros, tampoco le cortaron las orejas ni el rabo, porque lo impidió la distancia social.

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