Postales desde el filo

Tea Party celtibérico

En este momento, todo ha quedado reducido a elegir entre lo malo y lo peor, sin saber que es una cosa u otra

No dejamos de dar vuelta a los mismo asuntos de casa. No así los del mundo, que por desgracia caminan a peor. Salimos de lo de Neymar, pero seguimos igual con la posible/imposible investidura. La semana pasada, en el pleno del Open Arms, parecía quedar claro que el de PSOE y UP es un enlace imposible. Como dice el politólogo Victor Lapuente, las diferencias no son programáticas sino que son fuerzas ontológicamente incompatibles. Se entienden las razones de Sánchez, que además se ven verificadas cada vez que Podemos explica su exigencia de un gobierno de coalición: no es fácil digerir su idea de dos gobiernos en uno o de un gobierno partido por dos que se reúnen los viernes y después cada uno va a lo suyo. Se supone que las políticas, al margen de la afiliación de los ministros, son del gobierno y deberán estar previamente pactadas. A pesar de todo, Sánchez debería recordar cómo veía las cosas después que Iglesias no apoyase su investidura en 2015, y lo que con posterioridad le sobrevino. En la famosa entrevista con Évole, tras su abandono del escaño en 2016, afirmaba que "el PSOE tiene que trabajar codo con codo con Podemos". Algunos que lo acompañaron, en su exitoso periplo para las primarias socialistas, sostenían que si sus hijos eran de Podemos cómo no se iban a entender ellos con los de Pablo Iglesias. Aunque el contexto haya cambiado, es razonable que la gente esté algo confusa y se pregunte si llevaba razón entonces o la lleva ahora. El verdadero problema es la imposibilidad de formar mayorías estables. En este momento, todo ha quedado reducido a elegir entre lo malo y lo peor, sin saber que es una cosa u otra. Después de todo lo ocurrido, parece difícil a priori que, ante unas hipotéticas elecciones, los líderes de la izquierda ilusionen de nuevo a su electorado. Claro que siempre cabe esperar ayudas de terceros: ahí está la fulgurante aparición de Cayetana Álvarez, con su socio necesario Abascal, o personajes como De Quinto o Arrimadas y, claro está, Casado y Rivera o viceversa. Nadie como ellos pueden movilizar a la izquierda. Si Sánchez e Iglesias han perdido credibilidad, ellos no. En los mítines bastaría con proyectar en bucle las intervenciones del "Tea Party celtibérico" y la izquierda irá en masa a votar. La experiencia nos enseña que los que retuercen la verdad, insultan, dividen y polarizan tienen esa rara habilidad: movilizar por rechazo al electorado contrario. Todo un clásico.

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