Para mi generación, el sueño de independencia de los 18 se vinculaba a dos acontecimientos tan cotidianos como trascendentales: sacarte el carné (otra cosa es que consiguieras un coche aunque fuera de segunda mano) y hacerte universitario (a la FP iban los torpes).

El segundo escalón era dejar de ser becario y lograr un contrato (en una empresa o poniéndote el mono de funcionario en la idealizada administración). Si tenías la suerte de que fuera indefinido, se producía tal heroicidad que automáticamente salías despedido hacia el tercer escalón, irte de casa. En este contexto de realización personal y profesional, una situación fortuita como tener pareja te empujaba, sin más disyuntiva que decidir si por la iglesia o por lo civil, al matrimonio. Al hetero, al de toda la vida, al que es sinónimo de "familia con hijos".

Fin de la historia. O principio. Porque ha bastado poner nombre a una nueva generación, los digitalizados e hiperconectados de los millennials, para hacer saltar por los aires los presupuestos del "ascensor social".

Una buena metáfora de la revolución que está significando esa masa social que representará "el 75% de la fuerza laboral mundial en 2025" (así lo prevé Deloitte) es su preferencia por ir a pie… Sin coche que les condicione y sin ascensores que prejuzguen sus intereses y sus valores. Como mucho en transporte público… ¿Porque es más ecológico? En realidad, porque así pueden hacer más cosas (el famoso multitask) y mirar el móvil… ¿Un contrato fijo? Es sinónimo de atadura, de falta de libertad. Lo que valoran es trabajar en lo que más les gusta; lo del "indefinido" no es más que un impedimento para viajar, para moverse a otras ciudades, para tener nuevas experiencias… Fue una de las premisas que hace unos días compartían en un desayuno de trabajo una decena de jóvenes de Telefónica valorando los programas con que la compañía los está cautivando.

¿Matrimonio? El concepto del LGTB se nos ha quedado obsoleto. ¡Y pequeño! Este fin de semana he leído un Trabajo Final de Grado analizando la "bisexualidad" en series como Vis a vis y Las chicas del cable pero ya me ha dicho un compañero de tribunal que, si realmente queremos superar prejuicios, mejor nos adentremos en Transparent con su oda al sexo líquido y fluido...

Solemos criticar que las universidades viven de espaldas a la sociedad. Cada vez menos. Y no sus alumnos. No los millennials que nos están dando lecciones a diario de qué ocurre ahí fuera. Con señales tan premonitorias como su desdén por sacarse el carné.