LA utilización partidista del terrorismo es un viejo mal de la política española que siempre vuelve a escena. Después del fracaso del último intento de negociación con ETA parecía que los dos grandes partidos habían decidido desterrarla de sus hábitos. La necesidad de que se mantenga la unidad en la lucha antiterrorista no hace falta glosarla, y menos cuando los últimos años ha estado cuajada de éxitos y ha provocado la situación de mayor debilidad que se conoce en la siniestra historia del terrorismo vasco. Por eso es más lamentable que haya resucitado la bronca. Las responsabilidades están repartidas. El Gobierno se ha visto atrapado por el caso Faisán, el chivatazo que investiga la Audiencia Nacional y que habría presuntamente permitido escapar a los integrantes de la red de extorsión etarra. La instrucción judicial debe llegar hasta sus últimas consecuencias. El Partido Popular, por su parte, cree haber encontrado en este caso un filón para desgastar al actual ministro del Interior y eventual candidato socialista en sustitución de Rodríguez Zapatero. Los populares han recobrado, pues, sus peores argumentos contra el Gobierno socialista, al que acusan de seguir negociando con ETA incluso después del atentado de Barajas que rompió la tregua, con su consiguiente secuela de traición a las víctimas e indignidad ante el terrorismo. Ya se ponen en cuestión las posibilidades de dialogar con la banda terrorista para acelerar su disolución, que todos los gobiernos han intentado -sin éxito- y se rechaza cualquier tipo de contactos como execrables concesiones políticas. En fin, se restaura el sectarismo, que es el peor modo de afrontar el desafío terrorista. El Gobierno tiene que dar muchas explicaciones sobre su actuación, sin que ello suponga darle menos credibilidad a sus miembros que a las versiones de miembros de ETA. El PP, por su parte, ha de abandonar su cantinela de la traición, mantener las discrepancias legítimas con el Ejecutivo y no estropear, por motivos partidistas, una fructífera colaboración PSOE-PP en el combate unitario contra el terror, ya próximo a su final.

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