Para García Egea, portavoz del PP, Pedro Sánchez debe pactar su investidura con Podemos, la CUP, los independentistas y Esquerra Republicana. Que es precisamente lo que le reprocha que haya hecho en ayuntamientos y diputaciones, y causa suficiente para que ni siquiera se le pueda conceder el beneficio de una abstención. Lo que reduce sus posibilidades de éxito a contar con el voto de todos ellos. A quienes García Egea quiere ver lo más lejos posible del gobierno, pero cuya fuerza incrementa cuanto más aísla a Sánchez. A lo que se apunta Ciudadanos. El discurso de Sánchez ha tenido la elogiable capacidad de dejar insatisfechos a tirios y troyanos. Tanto Arrimadas como Rufián le echan en cara no haberle dedicado un solo minuto de sus casi dos horas a hablar de Cataluña. La primera le acusa de no querer molestar a los independentistas y al segundo le molesta que no quieran molestarles. Lo que pone a Sánchez antes el siguiente dilema: o cede ante las exigencias de sus más o menos posibles socios de gobierno o renuncia a sacar adelante la investidura. Pero esto no es opción, porque, como se le recuerda desde esos mismos partidos, esa es su obligación tras ganar las elecciones. Que tiene que cumplir, eso sí, sin su apoyo ni abstención, ni el voto de los partidos situados a su izquierda (y da igual lo que pidan a cambio, aunque no pidan nada, no se puede esperar nada bueno de filoetarras y comunistas). Lo que constituye una ecuación sin solución con las actuales matemáticas parlamentarias que aboca a elecciones anticipadas, que por supuesto todos estos partidos juran que no quieren. Por lo que, llegado el caso, habría que probar con un nuevo candidato, salido ahora de unos partidos de la derecha parlamentaria, que no han sido las listas más votadas, y que necesitaría la abstención de la ganadora. La misma a la que unas semanas le habrían negado el apoyo que otras veces invocan para la más votada. Con lo que, salvo error en las cuentas, caemos en la casilla de la muerte y volvemos a la de salida.

Weber explica que el líder político debe diferenciar la ética de las convicciones de la ética de las consecuencias, que prima el valor de las consecuencias sus decisiones en su pueblo sobre las convicciones que las inspiran. Su olvido radica en que, como posteriormente apunto Shameless, en política se aspira a que teta y sopa quepan en la boca, después de decir huevo con la boca cerrada.

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