Es la hora de poner a prueba la capacidad de los partidos para gestionar el capital de votos recibidos. Se supone que hacer buen uso del mismo sería saber atender el interés general, sin desatender el de sus propios electores. Esperar que dejen completamente al margen los suyos propios sería ignorar la naturaleza de la política. El problema es que nos hemos desacostumbrado al consenso. Entró en desuso hace tiempo a pesar de que su práctica nos permitió los mejores logros políticos de nuestra historia moderna. Hace tiempo que volvió a arraigar la idea de que sólo en la confrontación hay política. Como ironizaba recientemente el profesor Vallespín: si hay algo que nos une es la desunión. En la campaña de las generales se utilizó la palabra pacto como arma arrojadiza: el PP denunciaba la lujuriosa tendencia de C´s a pactar con el PSOE, mientras que UP hacía lo propio con los socialistas. Ahora toca enfrentarse a la compleja casuística que se da en un sistema multipartidista para poder sumar mayorías estables en ayuntamientos, CCAA, gobierno central e incluso eurocámara. Pretender reducir toda esa diversidad a rígidos tacticismos partidistas, es no haber entendido nada.

El último barómetro del CIS arroja alguna luz sobre las opiniones de los electores al respecto: el 45,2% prefiere una coalición de gobierno, el 34% se inclina por un acuerdo entre PSOE y UP, con nacionalistas no independentistas, y un 24,5% por un acuerdo entre Sánchez y Rivera. Entre los votantes naranjas, más de la mitad prefiere un gobierno de coalición y, de esa mitad, un 79% prefieren que sea con el PSOE y sólo un 6,1% ve con mejores ojos una coalición con PP y Vox. Parece que alguien no se ha tomado demasiadas molestias para conocer las opiniones de sus electores. Dado que la impenetrable frontera entre bloques ideológicos la determina la cuestión territorial, conviene tener en cuenta otro aspecto del barómetro: a la pregunta de cuál es el problema que más preocupa a los españoles, casi la mitad señala el paro (como no podía ser de otra forma) y en segundo lugar, con un 11,5%, los políticos, los partidos y la política. Bastante más atrás, un 2,8%, sitúa la independencia de Cataluña como primer problema. La conclusión podría ser que a los ciudadanos les preocupa más el irresponsable uso y abuso que determinados partidos hacen del desafío independentista que el desafío mismo, por muy peligroso que éste sea.

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