Mitologías Ciudadanas

José Fabio Rivas

Torre con viagra

Una polémica recorre Málaga: el asunto de la torre del puerto. Y eso es bueno. Acostumbrados al silencio con o sin aquiescencia, las autoridades han hecho y deshecho en Málaga lo que han estimado oportuno, sin que la voz de la ciudadanía interrumpiera o cuestionara ese quehacer. Y esto viene de lejos. O sea, que este ordeno y mando urbanístico que incide en los intereses de los malagueños, en tanto que ciudadanos que viven (y trabajan y disfrutan y sufren) la ciudad, ha sido practicado tanto por los gerifaltes de la dictadura como por los políticos de la democracia (de izquierda y de derecha), impregnando desde el feísmo con el que se construyó algunos barrios hasta el Hotel Málaga Palacio, que oculta la catedral, pasando por los edificios anodinos que jalonan la Malagueta, las obras de chatarrería del cauce del Guadalmedina, la serie de estatuas feas y monjiles colocadas en medio de algunas plazas, entre otros muchos perifollos. Lo cual no ha logrado deshacer del todo el encanto de Málaga, pues gran parte de su belleza brota de la naturaleza en la que la ubicaron sus fundadores, además de por el buen hacer de los hombres, ya que no todo ha sido destruir lo admirable y construir lo horroroso. En fin, por lo que significa e implica, ¡bienvenida sea esta polémica!

Lo primero que llama la atención es que Málaga no tenga ya algún rascacielos. Así pues, vamos a construir en escaso tiempo no sé cuántos rascacielos. Y es en este contexto en el que hay que situar la polémica sobre la construcción de la susodicha torre en la punta del dique de levante, un hotel de lujo de unos 120 m. de altura que cambiará para siempre el perfil de la ciudad. Los argumentos a favor asumen el impacto negativo sobre el paisaje, pero subrayan que el hotel creará riqueza, empleo y facilitará el acceso al turismo de lujo. Los argumentos en contra recalcan que la creación de riqueza, empleo y el turismo de lujo se puede lograr de forma sostenible, sin llegar a matar a la gallina de los huevos de oro, es decir, sin destruir de forma irreversible el paisaje ni el horizonte marítimo, y mejorando las infraestructuras, oferta turística y cultural (museos, música, cine…), cuidando y poniendo cada vez más en valor el clima privilegiado, la orografía, el horizonte marítimo, el azul bellísimo de su cielo, el olor a salitre, a espetos, a jazmines…, la bonhomía cosmopolita de su gente, su cocina; sabedores de que el modelo actual de ciudad tiene escala humana y social, que se preocupa por el cambio climático, la inclusión, la autogestión, la sostenibilidad, pues la modernidad ya no pasa por las grandes alturas, sino por la horizontalidad y los altozanos sin sobresaltos (el modelo de ciudades como Nueva York hoy resulta frío y agresivo, más propio de centros comerciales y financieros).

En fin, o el modelo turístico, digamos, de Benidorm o un modelo de turismo sostenible, respetuoso con los ciudadanos que vivimos y hacemos la ciudad, y altamente rentable durante todo el año. Ese es el dilema. Y si en todo caso se opta por levantar la torre del puerto, no será la pasión, la energía de los malagueños lo que la alce, sino un chute de viagra ajeno a los intereses de esta hermosa ciudad del paraíso (Y que por "viagra" cada uno entienda lo que dé de sí su sesera).

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