20 de septiembre de 2123. El alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, anuncia en una conferencia virtual desde el Salón de los Hologramas del Ayuntamiento que se presenta, por 31ª vez, a las elecciones municipales. "Aún queda energía en mis chips para afrontar otra vez el reto". Su voz inconfundible, cantarina y mezclando seseos y ceceos, nunca se perdió ni siquiera tras su fallecimiento en 2041, cuando ya se veía como el primer regidor centenario de la historia de la ciudad. Gracias al boom de la inteligencia artificial de 2032, se pudo trabajar en su versión eterna, inspirada en su inagotable cuerpo. Su manera de pensar, de hablar, de gobernar, se pudo clonar y plantar en una figura holográfica trajeada y con su rostro recreado píxel a píxel. Desde entonces, en todos sus prototipos, nunca dejó de ser el candidato del PP. Ahora es la versión De la Torre 6.22. Su última actualización es volver a lucir gafas, sus ciberasesores creen que así conecta con su imagen de abuelo bonachón.

Para el pueblo sigue siendo Paco de las torres. Tras edificar en 2025 la famosa del puerto (ahora solo es la primera de las 26 que la rodean) y cambiar El Balneario por un spa de gran lujo gestionado por capital catarí, ese mote le perseguiría siempre. Pero nunca hubo elecciones que no ganara por mayoría. Y es que los malagueños tuvieron que ir huyendo de la ciudad. Unos, incapaces de sostener el nivel de vida al que obligaba la ciudad; otros, por el romanticismo de entender que esa urbe de rascacielos, franquicias y ultracrucerismo había matado su esencia. Los libros de historia lo analizarían décadas más tarde en un fenómeno llamado La Neodesbandá.

De hecho, hubo que promulgar un bando con el nacimiento del término malagante. Además de nacer o estar censado en la ciudad, tener el patrimonio invertido en Málaga concedía todos los derechos del malagueño de a pie (los pocos oriundos que quedan hoy los llaman malagnatesmalmangantes, por su alto caudal y sus dispendios desorbitados). Ahora el 94% de la población son malagantes.

El lema de De la Torre 6.22 (está en camino la versión 6.23, que incorpora un diccionario de eufemismos y circunloquios para evadir preguntas sobre bosques verdes digitales) ha evolucionado a "Málaga, confín genial". En los guetos de malagueños, con guasa, lo rebautizaron como "Málaga, con fin vertical". Porque hace decenios que el skyline de la ciudad es una sucesión de alfileres que pinchan el cielo (unos espías, los Chupytira Leaks, descubrieron que con un código QR en un dron se alineaban como un código de barras con mensajes subliminales y publicidad corporativa del gobierno de De la Torre). Gaviotas electrónicas sobrevuelan las alturas haciendo de soportes publicitarios que flashean con neón el cielo, un cielo que ahora es propiedad de Moneo Digital Sons, la empresa a la que se licitó en 2090 la recreación de una nueva atmósfera cuando el cambio climático produjo un tsunami que engulló Marbella, Estepona y Fuengirola. Precisamente el proyecto de Feria colgante del cielo es el plato estrella del programa de De la Torre 6.22, aunque los más puristas siguen añorando que la Feria vuelva al PTA, cuando la digitalización de las casetas en 2086 la arrancó del Real para protegerla de los piratas que querían clonarla en el centro de la ciudad y realizar una alternativa en homenaje a sus tataratatarabuelos.

PD: continuará en el artículo del próximo lunes. Spoiler: en 2123 este periódico se llama Málaga del Mañana. Es una cápsula que se compra en bitexpendedores y no se lee, eliges qué voz de familiar o famoso quieres que te active un audio con una noticia u otra. Y tinta con limón ya no se llama así. Pero eso os lo contaré el lunes que viene.

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