Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Triunfalismo insultante

En un año trágico, gobernantes y políticos no deberían hacer ostentación obscena de sus petulancias

Aunque los veteranos comentaristas estamos acostumbrados a que los gobernantes de cualquier signo hagan triunfales resúmenes de su gestión del año, en esta ocasión, asolado el país por la cruel pandemia que ha originado 70.000 muertos -seis mil cada mes-, millares de enfermos, la ruina de infinidad de españoles, empresas desaparecidas o en trance de ello, un insostenible aumento del paro, colas del hambre sólo vistas en los documentales de la posguerra, nos parece inoportuno y, sobre todo insultante, para víctimas y afectados, que gobernantes y políticos, en general, hagan ostentación obscena de sus petulancia, en un ejercicio descarado y zafio alejado de la realidad y, sobre todo, impropio para justificar la acción en un año tan trágico como el pasado 2020, de tan infausta memoria. Hay momentos en los que sentimos esos triunfalismos, sin el menor atisbo de autocrítica o perdón por incapacidades o falta de preparación como una desvergüenza intolerable. Comprenderíamos todos o un silencio respetuoso sobre las acciones u omisiones, o, al menos, la modesta admisión de que ha habido buena voluntad, pero insuficiente para hacer frente el enemigo letal. Cualquier cosa, menos alardear de gestiones y hasta gestas que afirman "han salvado vidas" -¿eran insuficientes los muertos habidos y por haber, al principio apilados en pistas de hielo, esperando el destino final,?- o se han creado los pilares para crear 800.000 empleos próximamente, para esa 'España nueva' preconizada por el vicepresidente Iglesias, para no ser menos que el presidente Sánchez.

Si censurable es el triunfalismo gobernante no es menos la constante política de acoso de la oposición, aunque esté en su papel, como en un sentido crítico están los medios de comunicación, analistas y comentaristas independientes en su deber de fiscalizar a cualquier Gobierno o Institución, que es base de la democracia, aunque algunos, cuando están en el poder, lo olviden.

Por supuesto, la pandemia del Covid-19 no es culpa de los gobernantes -mundiales, centrales, autonómicos, etc.- pero no parece ni ético ni tolerable que se engaville en estos crueles momentos ridículas presunciones de la gran labor realizada, los logros políticos obtenidos o por obtener, que si una cosa resulta desmesurada, lo otro entra dentro de la ciencia ficción o de los pitonisos de turno bien pagados, afirmando que esa nueva España está por venir, para disfrute de una nación -o multitud de ellas- a cuyos hacedores deberemos toda la pleitesía. Bueno está confiar en la esperanza del triunfo de la ciencia, a través de vacunas o antígenos, para salvar vidas y economía, incluso en la responsabilidad de la sociedad. Pero no en la política y, en general, en los gobernantes, con sus triunfalismos insultantes.

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