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La 'Tuitocracia'

La cuestión es saber qué ganará, la simpleza falsaria y atractiva o el razonamiento acertado pero complejo

El afán por la simplificación está desbastando el discurso político. La obsesión por la brevedad nos hace recortar la expresión política hasta el extremo de que se persigue reducir un discurso en una sola frase. La búsqueda del titular llamativo, el corte radiofónico o la aparición televisiva provocativa está esquilmando las propuestas complejas o las reflexiones extensas que requieren más de una oración para expresarlas. Lo que no puede reducirse a una sola oración de comprensión fácil y rápida se ha convertido en material desechable. Podría pensarse que con esta simplificación se gana en claridad y concisión, pero realmente ocurre todo lo contrario, porque se propicia el empobrecimiento del debate político y la simpleza de las propuestas. En esta dictadura del pensamiento-tuit toda la pugna política se reduce a la búsqueda de un eslogan afortunado capaz de captar la atención del electorado. Que esas afirmaciones llamativas y categóricas sean verdad o no es una cuestión secundaria si con ellas se consigue el perseguido impacto. Por eso esta simplificación del mensaje dirigido al sentimiento antes que al pensamiento se ha convertido en el mejor aliado de las noticias falsas, que es el mejor vehículo para la circulación de los populismos.

Especialmente significativo en este reino de la tuitocracia ha sido el arranque de la precampaña en la Comunidad de Madrid. El pensamiento, programa, propuesta y eslogan de "socialismo o libertad" cambiado sobre la marcha por "comunismo o libertad" es la mejor expresión de esta forma de enfocar la política. La frase en la España de hoy no resiste el menor análisis ni soporta el principio de realidad, pero lo importante es que, aun sabiendo sus autores de la falsedad y engaño que contiene, se lanza y pregona a los cuatro vientos en la certeza de que por muy inexacta y ficticia que sea, esa afirmación gruesa es de las que calan en el electorado no muy inclinado a reflexionar. En el otro extremo de este planteamiento se encuentra el candidato Gabilondo, con un pensamiento político de más lenta digestión, incapaz de resumirse en una sola frase. Por eso el sosegado profesor, en este mundo de impactos fugaces y frases agresivas parece ir pidiendo perdón por la profundidad de su pensamiento, que siempre requiere matizaciones y oraciones subordinadas. La cuestión es saber qué ganará; si la simpleza falsaria pero atractiva o el razonamiento acertado pero complejo. En esos términos se ha planteado la batalla madrileña.

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