Turismo de sol sin playas

El astro que ha dado nombre a la fórmula de turismo más exitosa del siglo pasado por momentos se queda sin su binomio

P LAYAS engullidas por el mar, llenas de algas y destrozos en pasarelas... los vecinos reaccionan: anuncian movilizaciones y reclaman espigones y aportaciones de áridos", contaba Las Provincias en septiembre de 2020 para describir la situación en Denia. "La única solución real que hay son los espigones", exigía en Huelva Información en 2016 el presidente de los chiringuiteros. Un centro de ingeniería dependiente de la Universidad Politécnica de Cataluña ha diseñado unos arrecifes hinchables con el agua del mar para situarlos en el fondo marino y combatir el daño que causan los temporales en la Costa Brava, anunciaba en 2019 La Vanguardia.

Nada nuevo bajo el Sol, o sí. Porque el astro que ha dado nombre a la formula de turismo más exitosa del siglo pasado en España pierde por momentos a su compañera de binomio: las playas. El problema que ha enervado esta semana a los 14 municipios del litoral malagueño es recurrente en todo el Mediterráneo. Y también en el Atlántico. Dos millones asegura Marbella que ha tenido que poner este año para combatir los destrozos. Veinte millones anuncia la Diputación, que ha llegado a pedir la declaración de zona catastrófica. "Espigones", lleva tiempo demandando el alcalde de Estepona. Medidas de protección quieren desde Vélez Málaga porque, a su vez, el viento desnuda las tuberías costeras y también les corta el suministro de agua potable a importantes núcleos de población.

"Un pozo sin fondo", se quejaba el también alcalde de Rincón Francisco Salado por el dinero que se entierra que cada año para parchear un escenario que se repite con el siguiente oleaje. Pero más allá del clamor municipal, impulsado por las urgencias de la Semana Santa y la fuente de ingresos que representa el turismo tras dos años de castigo por el Covid, la realidad proporciona lecturas más sencillas. Algunas las recogía este viernes en su sección en este periódico el geógrafo José Damián Ruiz Sinoga. Muchas playas son artificiales. Lo que quita el viento de levante debería reponerlo el poniente. Cuando la ecuación no se puede cumplir por la propia orografía del litoral o por la intervención del hombre, no se puede llamar catástrofe a un comportamiento previsible de la naturaleza. Además, nos lleva demasiado tiempo advirtiendo de las consecuencias del cambio climático, por ejemplo, para las poblaciones costeras. El avance del mar amenaza no sólo a las hamacas y a los chiringuitos sino a todos los edificios que se encuentran en esa primera línea. Y eso no se detiene con una armada de espigones para enfrentarse al viento.

Todos queremos arena fina bajo los pies pero igual debemos aprender a bucear.

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