¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Ultras, ediles y viceversa

La neobarbarie que hace tiempo contaminó el fútbol parece que también ha alcanzado los salones de la política

Uno de los síntomas del espíritu neobárbaro que caracteriza los tiempos que nos han tocado vivir es el fenómeno ultra del fútbol. Las que empezaron siendo simpáticas peñas de bombo, tortilla y bota de vino -una especie de inofensivo peronismo deportivo- fueron derivando por influencia anglosajona hacia lo que son hoy: siniestras tribus lideradas por tipos patibularios que insultan, agreden (cuando no matan) y, en general, practican una épica de periferia escondidos tras una maraña de símbolos deportivos y antisistema que van desde la esvástica hasta la hoz y el martillo. Por su parte, muchos aficionados biempensantes, sin llegar lógicamente a tales excesos, se han dedicado a reír las gracias de semejantes puntos filipinos o se han dejado contaminar por algunos retales de una estética y una antiética tan macarra como inane. No es que queramos que el aficionado al fútbol se comporte como el del croquet, que toma gin-tonics vestido de impoluto blanco mientras la tarde difumina el mundo. No, tampoco es eso. Pero al fútbol no le vendrían mal unas gotas de angostura senequista, una cierta caballerosidad sport.

El que los derechos de un trabajador como el jugador bético Zozulya hayan sido vulnerados por un grupo de ultras del Rayo Vallecano autodenominado Bukaneros es un ejemplo más del estado de degradación al que ha llegado el llamado deporte rey. Desconocemos las verdaderas ideas políticas del futbolista ucraniano, pero en todo caso, si estas vulneran alguna ley, deben ser los jueces, y no una banda de personas excitadas por la ingesta de pipas y cerveza, los que tomen las medidas pertinentes. La ambigüedad con la que han actuado las directivas de la mayoría clubes ante sus barras bravas ha tenido mucho que ver con semejante dislate.

A todo esto, y para dar una vuelta de tuerca más al argumento del tragicómico caso Zozulya, un concejal de Participa Sevilla -rama muerta del árbol evolutivo de Podemos-, Julián Moreno, se descolgó en las redes con un tuit en el que insultó a los jugadores y a la directiva del Betis por el apoyo dado a su compañero. Al parecer, el espíritu juliganesco que ha invadido el fútbol hace tiempo que también llegó a los salones de la política. Tras el escándalo, el edil Moreno, famoso por la facilidad con la que insulta vía Twitter, ha pedido disculpas y ha expresado por escrito que defiende "la puesta en valor de la solidaridad y de la fraternidad como sustentos de una convivencia democrática". Tanto candor nos abruma. Casi preferimos la gramática cheli de los Bukaneros.

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