Urbanismo.- Arte de planificar la ciudad. En ciudades donde se planifica la ciudad.

Urbamismo.- Arte de planificar una y otra vez la ciudad con los mismos proyectos incumplidos sistemáticamente. Arraijanal, desde los años setenta, es un modelo de urbamismo; soterrar de Muelle de Heredia al Paseo de los Curas está convirtiéndose en un nuevo caso estelar de urbamismo.

Urbanoismo.- Arte de planificar proyectos que no se piensan ejecutar. El urbanismo de la nada o urbanadismo –tecnocasas, funiculares, el Oceanográfico del Puerto con licencia de 2013 y adjudicado en 2016…– queda en el urbalimbo de la ciudad del paraíso, archivo de proyectos pendientes de redención en algún lugar de la Gerencia de la cosa.

Urbalimbo.- Estado en que quedan los proyectos perdidos en la Gerencia. Véase urbanoismo.

Urbajismo.- Arte de planificar la ciudad con cualquier idea de baja entidad, o incluso mínima, que se le haya ocurrido a un candidato para tratar de impresionar a los votantes. De ahí surgen puentes que atraviesan la bahía o los bulevares y líneas de metro por el cauce del Guadalmedina embovedado para convertirse en Central Park… Cualquier memez resiste un photoshop. A veces se ennoblece con el sintagma de la ciudad imaginada, pero es la ciudadanía estafada.

Urbajinismo.- Técnica de negociación interpersonal para tratar de sacar adelante –por lo bajini, o lo urbajini– licencias de proyectos urbanísticos.

Urbamiarmismo.- Denominación para lo que se conoce como urbanismo cofrade, como si se tratara de un modelo de planificación importado de Sevilla y no autóctono. Se trata de planificar en función de los intereses de las cofradías, probablemente el lobby con mayor poder en la ciudad. El urbanismo cofrade explica que haya zonas diseñadas como plazas pavimentadas con mármol pero sin árboles para no afectar a los tronos, con lo que el uso de esos lugares durante una semana condiciona que no haya sombra en espacios bajo el sol más de trescientos días al año hasta convertirse en verano en parrillas para freír turistas. El gálibo de los tronos, el ángulo de giro de los varales y la colocación de las tribunas de Semana Santa se convierte, así, en el criterio urbanístico más reconocible en Málaga. Es un asunto abiertamente sagrado para la derecha; y encubiertamente sagrado para la izquierda.

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