Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Usos amorosos

Hay que seguir buscando unos usos amorosos en los que nos sintamos cómodos hombre y mujeres

Hace muchos años, en el reino de Escocia, hubo una vez un excelente Rey, tan justo como la misma justicia. Padre de una hija de enorme belleza, decide encerrarla en un lugar oculto para frenar los duelos de sus pretendientes. Uno de los jóvenes consigue yacer con ella. Enterado el rey, remitió el caso a la justicia. Las leyes de su reino mandaban que cualquiera que en tal yerro cayere, el que más causa fuese al otro de haber amado, que padeciese muerte y el otro, destierro de por vida. Los jueces, todos hombres, encuentran culpable a la chica, tal como se había temido su abogada, "porque -les había dicho-, vosotros, hombres, redactáis leyes que nos perjudican y luego sois nuestros jueces". El chico, generoso, evita que su amada muera, lanzándose a la hoguera en la que iban a quemarla. Ella se suicida, arrojándose a un patio donde la devoran unos leones propiedad de su padre. Las mujeres -según cuentan- se vengaron del abogado del joven y acabaron con él cruelmente. Después, el amor cortés -en la Baja Edad Media- blinda, literariamente, a las mujeres y las convierte en diosas, en señoras casi inexpugnables. El hombre deja de ser el cazador de mujeres ovidiano para convertirse en su siervo. No usan los paladines de esta clase de amor ni alcohol ni drogas para vencer la resistencia de las dueñas, sólo versos y laúdes. Tampoco estos nuevos usos satisfacían a todos y los descontentos consiguen que Cupido cambie las reglas del juego amoroso y que sean las mujeres las que ataquen y los hombres los que defiendan su virginidad, encerrados en sus castillos. El autor del s. XV que cuenta esta historia nos informa de que el invento no funcionó y de que se volvió a los antiguos usos. En un informe emanado del colectivo Mujeres Jóvenes Federación, auspiciado ahora por el Ministerio de Igualdad, las autoras se quejan de que los actuales usos amorosos, en "contextos de ocio nocturno", violentan y perjudican a las mujeres. Estas chicas, mucho más proactivas y perspicaces que nuestro rey escocés, sin juicio previo, sólo con sus pesquisa subvencionada, concluyen que los únicos responsables de la violencia sexual de la noche son los hombres jóvenes. ¿Todos? Si esto es así, es una ventaja estar confinado en una residencia de ancianos, porque, nada más pisar la puerta, el varón se mete en una discoteca a aprovecharse. ¡Hombres!

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