Vacaciones prohibidas

A Francisco de la Torre le han dado en el carnet de identidad por proclamar que el turismo compensa nuestra inmovilidad

Era mentira. El virus sí entiende de fronteras y genera más desigualdad. Lo que menos distingue es entre políticos. A todos les hace perder la cabeza en algún momento. Aquí y en Pekín. O en Berlín. Porque no es el gobierno de Xi Jinping sino el de Angela Merkel el que planteaba esta semana prohibir las vacaciones de sus ciudadanos en el extranjero. Había que atajar por las bravas la huida masiva de la tiranía germánica hacia alguna ínsula de la patria del "comunismo o libertad". Incluso dos ministros se entretuvieron con este globo sonda para sortear la Constitución. La carta internacional de Derechos Humanos adelgaza a tal velocidad que, tras la pandemia, se pondrá condensar en un tuit.

En España pasamos con idéntica rapidez de reclamar corredores sanitarios para facilitar la llegada de turistas internacionales a denunciar su frenético desembarco. Imposible aceptarle privilegios a un puñado de miles de extranjeros mientras 46 millones de nacionales, ni los vascos quieren su cupo, se nos condena en Semana Santa a ver otro pase de Ben-Hur. "Europa acaba en los Pirineos" o "África empieza en los Pirineos". Le atribuimos el desprecio a los franceses desde hace siglos con esas frases. Los mismos, eso sí con menos años, a los que ahora tachamos de "hordas" de bebedores. Nada que ver con el sano espíritu de hermandad con la botella que rezuman las tardes en calle Beatas. Con cultura y solidaridad, porque si en Irlanda no permiten celebrar San Patricio se festeja por ellos con solemnidad.

O todos jodidos o ninguno. No es una cuestión de salud o economía. O permiso de tránsito global con PCR o el "no pasarán" no lo frenan ni con cuarentena. En Málaga, al alcalde de la capital le han dado hasta en su carnet de identidad. En concreto, Teresa Rodríguez, la diputada por esta circunscripción que se ha acordado por primera vez desde el inicio de la legislatura de que existe la provincia. Todo porque Francisco de la Torre se alió con el Gobierno central y proclamó que la movilidad nacional bien vale el sacrificio para que los turistas consuman aquí con tranquilidad. ¡Qué escándalo! El regidor nos refriega que el futuro de esta maravillosa Costa del Sol, que fabrica felicidad industrial, depende de los clientes a los que pueda servir. El presidente de la Diputación, Francisco Salado, replicó que era un "despropósito" que "puedan venir extranjeros y los españoles no puedan ir, por ejemplo, a sus segundas residencias". Al día siguiente, Salado, con la camiseta de presidente de la empresa Turismo Costa del Sol defendía con énfasis: "Somos un destino seguro y podemos ofrecer unas absolutas garantías a nuestros potenciales visitantes". 79.000 plazas aéreas con destino al aeropuerto de Málaga hasta el 4 de abril. Unas 800.000 hace dos años. En aquel mayo francés la multitud coreaba: "prohibido prohibir".

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