El desenfoque

raquel / Garrido

Vecino molesto

POR desgracia hay cosas que uno no siempre puede elegir y los vecinos con los que te toca compartir edificio es una de ellas. Si tuviéramos una bola de cristal nunca se nos ocurriría comprar un piso en el mismo sitio donde poco tiempo después se instalara un vecino fiestero, una casa de citas de transexuales o una pianista. Es lo que debió de pensar la vecina del municipio gerundense de Puigcerdà que durante cuatro años dice haber sufrido un auténtico infierno al tener que soportar a una joven pianista ensayando en el piso de al lado unas cuarenta horas semanales. Supongo que no debe ser agradable escuchar todos los días un concierto de piano si quererlo e imagino que debe llegar un momento en que la sinfonía más melódica y maravillosa del mundo se convierte en la banda sonora de una película de terror. La vecina asegura que sufre desde entonces insomnio, nerviosismo y que tiene tanta fobia a los pianos que es incapaz de ver uno incluso en una escena de cine. Tuvo incluso que mudarse con su familia porque ya no soportaba más el ruido. Su trauma le llevó a denunciar a su verduga en reiteradas ocasiones y ahora ésta, de 28 años de edad, se enfrenta a una pena de siete años y medios de cárcel, al igual que sus padres a los que se les considera supuestos cooperantes necesarios. Pero a ver. ¿Se nos ha ido la cabeza o qué? De modo que hay personas que por asesinar a otra no pasan ni la mitad de años en prisión de lo que se pide a esta chica. Estoy de acuerdo en que la Justicia obligue a tomar medidas a esta familia para insonorizar la vivienda, regular el horario de ensayo e incluso indemnizar a sus víctimas por los posibles daños causados por la contaminación de acuerdo. Pero mandar a la cárcel a una pianista por este motivo e inhabilitarla para ejercer cualquier profesión que tenga que ver con ese instrumento musical durante cuatro años, me parece una petición absolutamente desproporcionada y demencial. Sobre todo, porque yo tengo la enorme mala suerte de compartir edificio con unos vecinos poco cívicos y, como mucho, he conseguido que una patrulla de la Policía Local se pase en alguna ocasión a pedirles por favor que bajen la música. Tecno para más inri a cualquier hora de la madrugada. Al menos, la música de piano es más de mi gusto y no creo que la pianista se pusiera ensayar a las 4:00 de la mañana de un domingo, como ocurre con mis vecinos los amantes de la fiesta. No me consta que nunca los haya multado la Policía Local, a pesar de mis quejas. Y ni siquiera parece que se pueda hacer nada con la casa de citas de transexuales con la que comparto planta. Quizás me tenga que terminar mudando a Gerona.

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