Voces de papel

Magdalena Martín

Vecinos ignorados

VIVIMOS tiempos extraños. Nos pasamos la vida colgados de internet, intercambiando confidencias con amigos virtuales de Australia, pero nos resulta absolutamente indiferente la vida de nuestros vecinos, reales o figurados. Ni conocemos nada sobre la señora con la que compartimos ascensor ni nos importa el presente o el futuro de nuestros vecinos africanos. La II Cumbre África-UE del 7 y 8 de diciembre ha ocupado un modesto espacio informativo y ha carecido casi por completo de seguimiento ciudadano. Lástima que en esta ocasión no se haya pronunciado una frase al estilo del "por qué no te callas" para atraer la atención.

África está al otro lado, a 14 kilómetros, pero también está aquí mismo. En Málaga vive una numerosa colonia de magrebíes, subsahariananos, guineanos, que han colonizado de manera pacífica calles enteras, instalando en ellas desde tiendas de ropa y alimentos hasta locutorios, peluquerías o locales donde enseñan sus danzas. Este curso escolar 2.355 niños africanos comparten aulas con nuestros hijos. Los miramos sin verlos y, como mucho, su presencia despierta curiosidad. Tampoco nuestros gobernantes se muestran proclives al diálogo. Siete años han transcurrido desde el último encuentro hasta que los 80 países y los 67 jefes de Estado de la UE y África han encontrado un hueco en sus agendas para verse en Lisboa. El premier británico, Gordon Brown, haciendo caso omiso a la premisa diplomática que aconseja hablar hasta con el diablo, en un ataque de escrúpulos se ha negado a compartir mesa con el corrupto dictador de Zimbabwe, Mugabe. Un alto cargo de la ONU, preguntado sobre la corrupción en África, recordaba que los corruptos no existirían sino hubiera corruptores. Marcando distancias, nos hemos sentado a negociar aguijoneados por la creciente presencia en África de competidores como China que, con menos burocracia y más diligencia que los europeos, construye carreteras y hospitales y extrae petróleo y otras materias primas. La UE no puede permitirse el lujo de seguir ausente de África, y España mucho menos. Entre otras razones, porque una parte de nuestro territorio está en el continente africano y porque Andalucía no es ya la puerta de entrada, sino la salita de estar de los 10 millones de inmigrantes ilegales que hay en Europa. Zapatero, más condescendiente que Merkel o Sarkozy, sostiene que no hemos sabido estar a la altura y ha propuesto un plan basado en la mejora de la educación, el empleo juvenil y las infraestructuras que lo mismo vale para Luanda que para Sebastopol. Su contraponente, el inefable líder sirio Ghadafi ha exigido compensaciones económicas por la devastación que causó el colonialismo, y se ha ofrecido, a cambio de 1.100 millones de euros, a frenar la inmigración ilegal de su país. La Cumbre ha concluido con dos documentos, una Estrategia Conjunta con las prioridades políticas y económicas y un Plan de Acción con compromisos en ocho áreas, desde inmigración a cambio climático. Ojalá que no sea papel mojado. Mientras tanto, en la mayoría de los hogares el africano más conocido y apreciado seguirá siendo, con permiso de Eto'o, el rey Baltasar.

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