Vencedor del tiempo

El señor del Gran Poder sigue siendo ese Cristo caminante del que hablaba el papa Francisco en su homilía

En una homilía pronunciada en capilla de la casa de Santa Marta, el papa Francisco recordaba que "Dios reconcilia y pacifica en lo pequeño, caminando con su pueblo". Me he acordado de estas palabras del Papa, tan cercanas a las enseñanzas de las Bienaventuranzas y continuadoras en cierta manera de la tradición del Dios del Antiguo Testamento, con ocasión de la salida extraordinaria del señor del Gran Poder con motivo de la culminación del año de la Misericordia organizado por nuestra Iglesia Diocesana. Ninguna imagen sagrada tiene el poder de transmitir con tanta intensidad los más altos valores cristianos, y por tanto humanos, que este Señor alto y bueno que recibe humilde cada día en su casa de San Lorenzo.

Da lo mismo que lo haga en su espléndido paso en la madrugada más esperada del año, que salga casi de improviso con la tarde ya echada y la premura justa desafiando los malos presagios, o que como el pasado domingo, vuelva entre multitudes una mañana luminosa de noviembre. La misma gente, seguro, hubiera abarrotado las calles aunque no le hubieran tocado las músicas más nuestras, incluidas las que salían celestiales por la reja del convento de Santa Ángela, porque con su sola presencia todo lo demás es accesorio. La misma sensación que sentimos cuando buscábamos un sitio a su paso con nuestros hijos entre el gentío la pudieron sentir nuestros padres, o nuestros abuelos, porque intemporal es ese sentimiento de sincera emoción y cercanía.

Viéndolo bajar por Santa Clara y Eslava junto al retablo de la Soledad, como el timonel de un barco dorado entre un mar de gente, me vinieron a la cabeza la cantidad de personas que buscan en su mirada el consuelo para sobrellevar el peso de los problemas de la vida diaria; los miles de devotos de diferente condición que sin embargo convergen en su basílica cada viernes, buscándolo como el náufrago que se agarra a la madera; la fuerza tan poderosa que puede atesorar una imagen para transmitir en un momento lo más hondo de la religiosidad popular en su mejor expresión, con la sola autoridad que da el amor y la misericordia. En estos tiempos complejos y confusos, para la ciudad el señor del Gran Poder sigue siendo ese Cristo caminante del que hablaba el papa Francisco en su homilía, el de Abrahán, el de Moisés, el de nuestros mayores y el de los que nos seguirán. Como un auténtico vencedor del tiempo.

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