Si es verdad aquello de que por sus actos lo conoceréis, Nuñez Feijoo no es más que la versión gallega de Casado. Aunque éste, al menos, plantó cara a Vox en un momento determinado -sin que sirviera de precedente- mientras que el líder gallego se ha limitado a poner la alfombra roja a su mayor competidor electoral. Siguiendo el manual de su antecesor, su estrategia se limita en desdiabolizar a la extrema derecha diabolizando al gobierno y utilizando toscamente con tal fin a sus diputados como barrabravas parlamentarios. Y, de la misma forma, se niega a acordar la renovación de los órganos constitucionales, con el chantaje de someter la negociación a su exigencia de modificar el sistema de elección. Si quiere cambiar el modelo de renovación, para que pase a tener un carácter estrictamente corporativo, en sus manos está iniciar los trámites establecidos y buscar los apoyos necesarios para ello (aunque no lo hiciese cuando gozaban de mayoría absoluta) pero lo que cabe esperar de un partido enfáticamente autodenominado constitucionalista es que cumpla las leyes mientras estén vigentes. La renovación del CJPJ o del TC es un asunto demasiado serio para instrumentalizarlo en su obsesiva estrategia de diabolizar al PSOE. La reforma impulsada por el gobierno, para evitar que un Consejo con el mandato ampliamente caducado hiciese nombramientos discrecionales, podría llegar a producir un colapso en el sistema judicial. Algo que en lugar de ser motivo de preocupación para un partido con un mínimo sentido de Estado, resulta un incentivo más para un Núñez Feijoo cómodamente instalado en el cuanto peor mejor.

Con su voto contrario el decreto de medidas urgentes para responder a la crisis causada por la guerra de Ucrania, que incluye ayudas a empresas y consumidores, logró forzar que un decreto de evidente interés social y económico saliese adelante gracias al voto de Bildu: nada mejor para diabolizar al gobierno que hacerle depender del apoyo del mismísimo diablo. Aunque hasta ahora lo mejor de Feijoo, como versión gallega de Casado, fue su intervención en Barcelona, en el Cercle d`Economia, donde defendió las identidades territoriales y la singularidad de las nacionalidades con lenguas propias, ante un auditorio, probablemente perplejo, que no podría evitar verlo como una hipótesis de presidente coaligado con Vox, que defiende el regreso al centralismo y la abolición del sistema autonómico.

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