Mitologías Ciudadanas

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Viejos

El jueves enterramos al tío Jacinto. Mis padres me lo dejaron en "herencia" cuando murieron, con la severa advertencia de no ingresarlo en una residencia de la tercera edad. "¡Qué vergüenza!, como si no tuviera familia!" -exclamaba escandalizada mi madre, una mujer chapada a la antigua, cuando se le insinuaba esa posibilidad-. Era un hombre afable, de 99 años, al que casi todo le parecía bien. Mis hijos lo querían mucho; les divertía el modo de ser obsesivo y un poco ritualista del tío Jacinto. Por ejemplo, todos los lunes por la mañana, tras su frugal desayuno, el tío Jacinto repasaba concienzudamente el almanaque zaragozano. Un día, mi hijo el menor le preguntó el porqué de esa tarea. "Leo los refranes, consulto el santoral y el día más propicio para morirme, pues no quiero morirme un día cualquiera, al buen tun tun…" -le respondió-. Me sorprendió. Y bueno, al comienzo de la semana pasada, de broma, sin mala intención por mi parte, con un bolígrafo bic punta fina, escribí en su almanaque: "semana adecuada para morirse. Día propicio, el miércoles". ¡Leche, que se murió ese día!

La cuestión es que en España, al igual que en otros muchos países, la pirámide poblacional se ha invertido. Con cerca de 47 millones de habitantes, el 18,8% somos mayores de 64 años y el 14,76 niños (en 2066, el porcentaje de mayores ascenderá al 34,6%). Es decir, tenemos superávit, inflación, excedente de viejos; un exceso de residuos del pasado -del que formo parte- difícil y costoso de gestionar. No se alarmen con lo que digo, aquí no valen las almas cándidas y angelicales. No les quepa ninguna duda de que si este problema, más tarde o más temprano, no nos incumbiera directamente a todos, los más jóvenes, con vaya usted a saber qué pretextos, considerandos y formas de llevarlo cabo, decretarían alguna clase de exterminio. Las sociedades tradicionales gestionaban mucho mejor, con más humanidad y respeto, este problema. Los cambios en el estilo de vida; la supremacía de ciertas actitudes egoístas centradas en el "yo mi mío"; la incorporación de la mujer, sobre las que recae, con gran diferencia, las tareas de cuidadoras; la minusvaloración, cuando no desprecio, de la experiencia y de las vivencias de las personas de edad…, todo ello se ha conjugado para que en la modernidad nos encontremos con este estado de cosas.

Habría que ir esbozando otras soluciones, además de las consabidas residencias. El problema a todos nos incumbe, y la mejor solución de un problema como éste pasa por considerar y hacer posible que algunas de sus características sean el germen de la solución del mismo. Yo ya cumplí los 65 años y sé que no todo el mundo tiene la suerte de haber tenido un tío metódico y obsesivo, como mi tío Jacinto. Por lo demás, y esto es importante: ¿Quién ha dicho que el porvenir es una cuestión que solo incumbe a los jóvenes? En la vejez, y mientras estemos vivos y relativamente sanos, frente a nosotros se abre el horizonte de un radiante porvenir. ¡Que se jodan los apocalípticos y los derrotistas!

Sinopsis: Tenemos superávit, excedente de viejos; un exceso de residuos del pasado difícil y costoso de gestionar.

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