Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

Vistalegre 69

Pablo es brillante, pero chulín, capaz de ganar cinco millones de votos y de tirar uno, el que heredó de Garzón sin pagar

Al sur del Manzanares concurren desde esta mañana dos concepciones de partido que santifican que las buenas democracias son muy aburridas. En la Caja Mágica, donde se celebra el congreso nacional del PP, no va a pasar nada, la única duda la podría resolver Mariano Rajoy en una rueda de prensa, porque sólo a él corresponde la decisión: si María Dolores de Cospedal seguirá siendo secretaria general y Fernando Martínez Maíllo se conformará con ser coordinador general. Punto. Habría noticia si María Dolores saliese de los maitines de Génova, así que apuesto por lo contrario: al presidente le producen urticarias las noticias, que diría Juan Cornejo. No creo que Rajoy le vaya a dedicar a su congreso más tiempo que la entrevista con Donald, así que los cospedalianos, Zoido, Nieto y Fernández de Moya se irán de cañas y melva.

El espectáculo de los charranes será discreto, Rajoy va camino de ganar unas terceras elecciones -perdón, sus cuartas- y su sucesión, si la hubiere, la dejará para el último día. El espectáculo, al sur del Manzanares, estará muy cerca: en Vistalegre, donde los espartanos de Podemos van a resolver los problemas innatos a las diarquías: Pablo o Íñigo.

Cuenta Maravall, que ha sido profesor de ambos, que Errejón es igual de populista que Iglesias, aunque es más calladito. A Pablo ya le conocían en IU, es brillante, pero insoportable, narcisista, chulín, capaz de conseguir cinco millones de votos en tres años y autor de perder el millón que heredó de Alberto Garzón. Y sin pagar el impuesto de Sucesiones de la Montero.

En Podemos van a solventar la diarquía al puro estilo soviético. Errejón, que es más moderado pero más retorcido que Iglesias y conoce mejor las debilidades del contrario, sabe que el enfrentamiento no lo ganaría con una competición entre ambos, así que cambió el campo de juego. Sólo ha intentado confundir. La batalla final no será por la Secretaría General, por la que no compite, sino por el consejo ciudadanos, que es donde se enfrentan las dos listas. Si gana la de Pablo, Errejón sigue, débil, pero no muerto, con su participación en la ejecutiva (consejo ciudadano); si gana Íñigo, Iglesias acaba, fallecido. Por eso Pablo Iglesias explica con su propio ejemplo lo que él haría si perdiese: hasta se plantea dejar su escaño. Le está mostrando el camino a su competidor, pero éste va a aguantar, Vistalegre II no es más que la primera secuela del nacimiento y ruptura de Podemos. Que siga el espectáculo mientras haya taquilla.

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