Llevamos meses poniendo el foco de nuestra atención en los problemas políticos nacionales. Es cierto que a todos nos preocupa las derivas políticas de los partidos que nos gobiernan y que a unos y otros les preocupan que, según se ha puesto de manifiesto en las elecciones autonómicas de Galicia y el País Vasco, la marca Unidas Podemos ha cotizado a la baja y casi ha desaparecido. Pero todo eso no nos puede hacer olvidar que tenemos otros problemas sin resolver que, desgraciadamente, vienen siendo crónicos desde tiempos inmemoriales. Uno de ellos y no de banal importancia es el problema de la vivienda y el urbanismo llamado, hasta el hartazgo, "sostenible".
No hay político que no abunde en hablar de que hay que cambiar el modelo urbanístico y la construcción inmobiliaria para hacerlo más eficiente energéticamente, más ecológico y más sostenible y, a la vez, asequible a las clases económicamente más débiles de la sociedad. Pero resulta que nadie dice cual es el nuevo modelo a seguir.
Después de más de cuarenta años dedicado a estudiar y trabajar en la promoción y construcción de viviendas, he conocido todos los problemas que han llevado a crisis importantes en el sector, pero todos han sido problemas financieros. Nunca he presenciado que nadie, estos es, los usuarios, los demandantes de viviendas, se hayan interesado en que se les cambie el sistema constructivo que sigue siendo el mismo desde épocas romanas y árabes.
Estamos empreñados en cambios tecnológicos que hagan más eficientes nuestros edificios desde un objetivo ecológico y energético, sin darnos cuenta que esa eficiencia es tanto menos costosa y efectiva si parte del comportamiento del propio usuario. Es más eficiente, para la conservación del medio ambiente la educación del ciudadano que todo la industria ecológica que nos están vendiendo que, por otra parte, encarece el precio de la vivienda a unos niveles que nos llevan a poner en el mercado viviendas con características de viviendas de protección oficial a precios solo asequibles a rentas muy altas. Ciudadanos que, con rentas de ese nivel, jamás estarían dispuestos a vivir en esa tipología de vivienda.
Todo es una pura y engañosa demagogia. Como lo ha sido siempre la divulgación en la que se ha equiparado al promotor-constructor de viviendas con un especulador en la acepción más puramente peyorativa del término. Tradicionalmente de la vivienda se han llevado tajada todas las administraciones (impuestos, tasas, licencias, etc., aparte de bocados extras con chantajes al promotor para que hiciese obras que legalmente no les correspondía hacer, especialmente en época de elecciones).
He conocido proyectos de viviendas "sostenibles" cuyos costes eran inasumibles, especialmente porque pretendían ser viviendas de protección oficial. Sus costes más que duplicaban en precio de venta limitado para dicha protección. Cantos de sirena. El problema real es la necesidad de viviendas dignas asequibles a las rentas más desfavorecidas. La eficiencia energética y ecológica está en manos de los usuarios. Luego en lo que hay que invertir es en hacer viviendas a costo de VPO y en educación a sus usuarios y dejémonos de más chorradas. Y muy bien por el Gobierno al poner suelo a disposición de los promotores privados para hacer viviendas sociales.
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