Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Votar a Vox

Lo que el hidalgo añora no es tanto la gratuidad, ni el descanso, sino la certeza de que Dios proveerá siempre

Tras la constatación de los resultados obtenidos por Vox en las pasadas elecciones autonómicas me acordé de Rinoceronte, aquella obra de Ionesco en la que los ciudadanos de una población cualquiera empiezan a convertirse en paquidermos: la aceptación de lo inaceptable resulta más natural cuanto más se comparte, tal y como ha quedado demostrado históricamente en los ascensos de todos los totalitarismos. Ciertamente, resulta inútil asentar a priori un determinado perfil socioeconómico, e incluso e ideológico, para delimitar un caladero de votantes de Vox: cualquiera, llegue o no a fin de mes, sea más del Madrid o del Barcelona o, incluso, le guste más o menos Alfonso Guerra, puede ejercer de rinoceronte con todo el derecho del mundo. Supongo que basta con estar un poco harto, o directamente hasta las narices. Se ha escrito ya mucho sobre las razones para votar a Vox, dado que hay tanta gente dispuesta a hacerlo, y motivos, como en relación a cualquier otro partido, hay de sobra. Pero convendría reparar en aquello que Nietzsche identificó como la zozobra del presente: la identificación personal, a título individual, pero más aún en clave colectiva, con un mundo cambiante, imprevisible e inseguro es ciertamente complicada y a veces hasta dolorosa. Así, quien prometa una Arcadia pasada se lo llevará de calle.

La cultura española tiene, sigue teniendo, uno de sus pilares esenciales en aquella Edad de Oro que evocó Cervantes en uno de los episodios más conmovedores de su Don Quijote. Lo que el hidalgo añora no es tanto la gratuidad, ni el descanso, sino la certeza de que Dios proveerá siempre. El idealismo español es así, no tanto nostálgico (que también), sino dispuesto a reconquistar una patria eterna que le fue arrebatada. Nietzsche advirtió que la zozobra nace del vínculo (o mutua identificación) del idealismo y el nihilismo, y eso es justo lo que tenemos: en una época en la que los valores que creíamos sólidos se desmoronan a cuenta de la irrupción de criterios territoriales y sociales considerados conflictivos, resulta que entra en escena un partido que propone una regresión absoluta en materia de derechos para la eliminación de esos criterios conflictivos, desde el debate territorial hasta el matrimonio homosexual pasando por la ley del aborto, y que demuestra además autoridad suficiente (véase el órdago lanzado contra Canal Sur: su cierre es imposible, pero el principio de autoridad ya ha quedado sobre la mesa) para garantizar esa seguridad.

En estos cuarenta años, España ha ganado en calidad de vida lo que ha perdido en certezas. Y la zozobra prefiere suelo firme.

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