El zoco

juan lópez cohard

Vuelva usted mañana

Kronos devoraba a sus hijos para que ninguno de ellos le arrebatase el trono. Así nos contaban los griegos el implacable devenir del tiempo que acaba consumiéndolo todo. Todos los años, en este mes de octubre, el calendario me recuerda que Kronos me ha devorado otro más. Kronos nos devora como a un salchichón, rodaja a rodaja, año a año. Pero, en realidad, soy yo quien está triturando al tiempo y cada vez me queda menos. Claro que, y vaya una cosa por la otra, lo que voy machacando de tiempo lo voy ganando en experiencia. Y una de las cosas de las que me he percatado en este coronado, vírico y pandémico año es que, a mi ya provecta edad, he pasado de ser un respetable emérito a ser un indeseado coste social.

Es posible que la sociedad haya avanzado tanto como para que mi forma de ver el mundo sea obsoleta, pero la experiencia adquirida me dice que aún distingo lo suficiente como para que no me den gato por liebre. Me llena de asombro que la ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, se deje caer con un Real Decreto Ley (¡qué afición a gobernar por decreto-ley la de este Gobierno!) por el que deja en manos de las comunidades autónomas la decisión de que los alumnos puedan pasar de un curso al siguiente sin límite alguno de asignaturas suspensas. ¿Para qué sirven evaluaciones y exámenes si para nada cuenta el suspenso? Se podría dar el caso de que, en algunas comunidades, un alumno pueda llegar a la Universidad sin haber aprobado ni una sola asignatura. Sin duda, la ministra ha escogido la mejor manera de socializar la burrería.

Le he pedido prestado el título de esta columna a Don Mariano José de Larra. Vuelva usted mañana fue publicado el 11 de enero de 1833 en su revista El Pobrecito Hablador. Lo que les voy a contar ha sucedido en septiembre de 2020. Juzguen si Larra está o no de total actualidad.

Se plantó mi amigo Lucio en las oficinas del Registro del Ayuntamiento de Málaga, sito en la Avenida de Cervantes, 4. En el Paseo del Parque, vamos. Llevaba la intención de que le diesen entrada a un documento y le devolviesen la correspondiente copia sellada. O sea, el funcionario de turno que atendía al público, no tenía más trabajo que hacer que recoger el documento, sellar con el correspondiente tampón la copia y, adiós muy buenas. Cuál no fue la sorpresa de Lucio cuándo el funcionario le preguntó si tenía cita previa: -No, no la tengo. Le respondió. -¡Ah pues lo siento pero no le puedo atender, así que márchese, solicite la cita telefónicamente y vuelva usted cuando la tenga. Insistió mi amigo: -Pero, mire usted, vengo de fuera de Málaga, aquí no hay un alma, estamos solos usted y yo. ¿Qué le cuesta dar entrada al documento y sellarme la copia? -Nada, nada, lo siento. Son las normas por el Covid y no le puedo atender. -Bueno, pues deme usted la cita. -Que no, ¡hombre! que no, que la pida usted por teléfono.

Al final consiguió Lucio, al menos, llevarse la cita previa para el día siguiente. Pero se fue con el "vuelva usted mañana" del funcionario. En una empresa privada -le dije a Lucio-, con Covid o sin Covid, ese funcionario estaría ahora buscando trabajo.

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