las dos orillas

José Joaquín León

Vuelve el PSOE histórico

SE ha visto con nitidez lo que se intuía en los días previos. Lo mejor que podía hacer el PSOE con su Congreso Federal en Sevilla era ahorrárselo. Ha sido como si Murphy, el de la ley de todo lo peor, se hubiera afiliado de incógnito al partido del puño y la rosa. A este congreso sólo le ha faltado que, en vez de presidirlo Pepe Griñán, se lo hubieran ofrecido a Javier Arenas. Y que hubieran elegido como nuevo secretario general a uno llamado Mariano. Hubiera completado una pareja estupenda con esa señora Soraya, también de Valladolid (como la otra), a la que han nombrado portavoz parlamentaria socialista el día después. Debía ser una prioridad, por si había dudas ante el mimetismo.

Esto no lo monta así ni el peor enemigo. Del congreso salen dos PSOE en uno; o sea, el partido roto por la mitad. Aunque intenten recomponerlo, eso también es una pérdida de tiempo, pues si se ocupan de poner paños calientes con los suyos se olvidarán de que esto se organizaba para salvar los muebles en Andalucía, entre otras cuestiones. Ahí lo malo se convierte en pérfido. Griñán ha salido del congreso peor que como entró. Ha salido presidente, otra vez en una sustitución de Manuel Chaves. Ser presidente del PSOE es como ser un jarrón chino, que diría aquél, siempre añorado.

Los análisis internos no han podido ser más despiadados. Recomponer eso no será tan sencillo. Aunque se abra un paréntesis, si Griñán pierde las elecciones en Andalucía comenzará la cacería del renovador, y si no, al tiempo. El felipismo tiene experiencia en la materia. Hubo un tiempo en el que se cargaron el llamado PSOE histórico, tras caricaturizar a los supervivientes como varios viejos que habían pasado años de ocio en el extranjero y que no tenían nada que hacer en la España contemporánea y renovada del gran Felipe. Pasado el tiempo, sucede lo contrario. Ahora por fin se ha ganado el congreso que perdió Pepe Bono por un despiste.

Si alguien de la derecha o de la izquierda hubiera escrito o declarado que la señora Carme Chacón es "Zapatero con faldas", ¿qué se diría? Lo menos sería acusar de machista y fascista al autor de la comparación. El retrato lo hizo Juan Carlos Rodríguez Ibarra, que ya habla poco, pero siempre aporta algo pintoresco, a veces incluso razonable. Con su argumento, los otros dijeron que este Rubalcaba tan felipista es el mismo que perdió las elecciones del 20-N, en la mayor paliza de la historia contemporánea después de aquél. Pero hasta los más ingenuos saben que la culpa no fue de él, ni de Elena, su jefa de campaña, premiada ahora con el número dos, sino del otro. Fue su epitafio político: "Gobernó sin faldas, aunque a lo loco". El numerito de Sevilla se completó con un escrutinio impresionante. ¿De verdad mereció la pena?

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