La tribuna

Óscar Eimil. jurista

De Winston a Mariano

WINSTON Churchill (1874-1965), como es sabido, fue un escritor y político conservador británico que dirigió los destinos de su país en el periodo más crítico de su Historia, cuando las hordas nazis controlaban toda la Europa continental y amenazaban con extender su reinado de terror al resto de la Humanidad.

Como escritor prolífico que fue, vio reconocida su trayectoria al final de sus días con el Premio Nobel de Literatura que le fue concedido por la Academia Sueca en el año 1953. Aún hoy en día, muchos años después de su muerte, sus libros más importantes continúan siendo editados y leídos en todo el mundo.

Como político, su fe en la victoria sobre la Alemania nazi y su determinación para conseguirla lo convirtieron en un personaje legendario, como legendarias fueron muchas de las palabras que pronunció y que todavía resuenan hoy con fuerza en la mente de todos: "Llegaremos hasta el final. Lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y en los océanos, lucharemos con creciente confianza y fortaleza en el aire. Defenderemos nuestra isla, cualquiera que pueda ser el coste. Lucharemos en las playas, lucharemos en las zonas de desembarco, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas. Nunca nos rendiremos…".

También como político destacó por su clarividencia. En los momentos más difíciles, supo interpretar como nadie lo que estaba sucediendo a su alrededor para prever las graves consecuencias de los acontecimientos que le tocó vivir. Clamó en el desierto contra la política de apaciguamiento que su antecesor en el cargo, Neville Chamberlain, en medio del entusiasmo general, llevó a cabo con la Alemania nazi y que, al fin y a la postre, demostró ser el primer clavo del ataúd que se estaba preparando para enterrar al resto de Europa. También, tras la victoria, una vez liquidado el régimen nacionalsocialista, advirtió, con poco éxito, del grave peligro que corría el mundo libre con Stalin y sus hordas comunistas que -todos lo sabemos bien- cubrieron finalmente de oprobio y opresión durante medio siglo a la media Europa que se quedó tras el telón de acero.

Pues bien, a pesar de todo ello, y de ser seguramente hoy en día la figura histórica más respetada y reverenciada en su país, Winston Churchill perdió las elecciones generales que se celebraron en 1945, inmediatamente después de la derrota nazi. Y las perdió con claridad ante el líder laborista Clement Atlee quizás porque, tras la victoria, los británicos tenían prisa por pasar la página de las penalidades y sufrimientos de los años de guerra. Luego, la realidad vino a demostrar que las prisas de los pueblos son malas consejeras y, por eso, porque no hay atajo sin trabajo, el pueblo británico, tan pronto como pudo, enmendó su error y en 1951 dio a Churchill una gran victoria que le permitió gobernar el Reino Unido hasta el momento de su jubilación.

Mariano Rajoy ha demostrado durante estos años la misma clarividencia, fe y determinación. En 2008, antes de las elecciones generales, advirtió repetidamente, con poco éxito -todo hay que decirlo-, del desastre que se avecinaba con las políticas suicidas de un Zapatero que estaba llevando a España a la ruina. Transcurridos cuatro años, después de que millones de personas -3.500.000- perdieran su empleo, de que muchas otras vieran reducidos sus ingresos y de que decenas de miles perdieran sus hogares y sus ahorros, el país volvió sus ojos hacía él para darle una gran victoria en las elecciones de 2011. Tras ella, con determinación, resistiéndose a aquellos que reclamaban el rescate para nuestro país -las mismas voces que negaron la crisis, que niegan hoy la recuperación y que ahora le piden que se vaya-, y confiando en nuestras capacidades, aplicó sin desmayo y con coraje las políticas que han conseguido revertir el camino de perdición en que estábamos instalados. Hoy, cuando se crean en España más de 7.000 empleos diarios, y a pesar de la contumacia en el error que nuestros conciudadanos acaban de demostrar con su voto, no se cansa de advertirnos, con poco éxito de nuevo, del desastre que se avecina si nos echamos en brazos del radicalismo y el populismo que quiere acabar con nuestra democracia; algo que a muchos españoles parece no importar y que el Partido Socialista trabaja sin desmayo para conseguir.

Al final, veremos si Rajoy, contra viento y marea, es capaz de detener ese deseo irrefrenable de autodestrucción que parece recorrer nuestro país de norte a sur. Yo creo que lo hará. Pero lo consiga o no, Rajoy habrá cumplido en conciencia con su deber, y las generaciones venideras sabrán reconocerlo así. Nos prometió la recuperación y nos advirtió, como Churchill hizo, que costaría sangre, sudor y lágrimas conseguirla. Pero ¿hay en realidad algo que merezca la pena en esta vida que pueda conseguirse de otro modo?

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