'Zas-ca'

Málaga es una olla en ebullición. Un potaje que se puede quemar si alguien no pone orden en la cocina

Preocupada por el plan antiruido del Ayuntamiento, la Asociación de Hosteleros de Málaga quiere que se escuche su voz. Se quejan de que no les dejen abrir más establecimientos en las 103 calles de la ciudad donde el ruido ya impide que la gente se entienda.

Declarar las Zonas Acústicamente Saturadas, ZAS, va resultar más difícil que cuajar la salsa del bacalao al pil pil y los hosteleros, que prefieren que se siga cociendo en su propio jugo, amenazan con protestar el día del alumbrado de Navidad. En sus cocinas falta un acuerdo sobre qué palto servirnos. Dudan entre cerrar durante todo el día, para que aprendamos que no podemos vivir sin ellos, o abrir 24 horas seguidas, y que nos enteremos de que lo que es imposible es dormir. Puestos a elegir, apuesto que servirán la segunda opción. Dado que esperan que todos estemos en sus bares, nadie quedará en la cama para cuestionar el experimento, que de postre, demostrará que podemos seguir saltándonos la dieta. Formalmente se presenta como una huelga a la japonesa. Cocina más fina que los ranchos de cualquier algarada bolchevique. Aunque en el fondo, es imposible dejar de apreciar cierto regusto a rebañar una noche cuajada de potenciales consumidores. Lo que impide servirnos la huelga el lunes siguiente, como les piden a los de Limasa cuando les da la gusa por Semana Santa.

Después de no querer escuchar al concejal del ramo, los hosteleros se han sentado con el alcalde para ver si acuerdan un menú a su gusto. Le han explicado cómo "hemos llegado a esta situación", pero no consta que hayan dado la receta de cómo salir de ella. Tampoco parece que hayan aportado ninguna novedad propia de MasterChef. El propio Ayuntamiento a través del OMAU ya identificó el problema en 2014 y el alcalde reclamó entonces "completar" esos trabajos. El informe que encargaron a Sincosur propuso en 2016 medidas más rigurosas que la del plan que ahora cuestionan. Para el alcalde, Málaga tenía la "posibilidad de crecer en este campo haciendo bien las cosas". Pero la realidad ha sido que la elaboración de los ingredientes ha sido la misma. Ahora, Málaga es una olla en ebullición. Un potaje que se puede quemar, si alguien no pone orden en la cocina, que nunca ha sido lugar de consensos. Como dicen el proverbio, muchos cocineros arruinan el caldo; y supeditar una acción a que todos estén de acuerdo es otra forma de seguir haciendo las cosas como siempre.

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