De abajo hacia arriba

El proceso de desintegración del centro derecha ha comenzado, igual que por la izquierda

Las próximas elecciones municipales auguran cambios y nuevas situaciones difíciles de pronosticar. Sin embargo, suele ser estos procesos electorales los que identifican las coaliciones futuras y, fundamentalmente, son las que aclaran y limitan el sinfín de siglas locales que concurren. Aunque sabemos que la mayoría de formaciones minoritarias nacen como venganza contra antiguos correligionarios, o como desazón por no haber sido considerados en las listas, a la larga desaparecen tras jugosos pactos posteriores. El problema para los partidos nacionales es tener que negociar con estas otras siglas, menos interesadas en lo nacional pero demasiado en lo local. Este proceso desde abajo, es decir, desde lo más cercano al ciudadano, puede desembocar en resultados importantes hacia arriba. Ya vimos en el pasado como la multitud de pactos entre izquierda unida y podemos logró que desapareciera del panorama nacional la primera de esas formaciones. Desde luego si alguien hubiera pensado en eliminar la labor del histórico partido comunista nadie podría haber pensado que se lograra por autodestrucción.

Pero ahora ha comenzado el proceso de desintegración del centro-derecha y, al igual que por la izquierda, las ambiciones juveniles y las ansias de poder están jugando malas pasadas. Parece que no estuviera en discusión la labor municipal de los últimos años, sino los resultados electorales del último mes. Por ello merece la pena devolver el foco a donde realmente la ciudadanía se la juega, o sea, a todo lo cercano y con lo que debe convivir los siguientes cuatro años. Es evidente que para ello se deben valorar los proyectos realizados, pero también las promesas incumplidas y las corrupciones sobrevenidas. Al ser las políticas más cercanas sabemos realmente si nuestros impuestos se han usado adecuadamente o sólo han servido para financiar actuaciones lejanas, mientras que en la cercanía solo se han quedado las migajas. Pongamos por caso que a un distrito se le promete un nuevo paseo marítimo o un hospital y, tras cuatro años, no hay la mínima señal de todo ello. En tal caso el votante tendrá que mirar hacia otras opciones más convincentes, porque el voto cautivo ya hemos visto que ha pasado a mejor vida. Y el que diga que no es demócrata no pagar impuestos no querrá insinuar con ello, de forma un tanto dictatorial, que cualquier inversión deba ser aceptada sin discusión.

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