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Carlos Colón
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Todo es relativo
HOY es 2 de agosto. Habrá 371 vuelos en el aeropuerto con más de 60.000 pasajeros, el AVE está repleto y miles de personas se aproximan a esta provincia por carretera desde distintos puntos de España, aunque mayoritariamente del resto de Andalucía y Madrid. Me encanta el verano. La provincia está más viva que nunca, se puede escuchar todo tipo de idiomas en los restaurantes y a los empresarios del sector turístico se les quita la cara avinagrada que lucen durante el invierno. Es el momento económico fuerte de la provincia y hay que intentar aprovecharlo, aunque algunos lo tomen al pie de la letra y pasen de la sonrisa al turista al abuso en los precios en menos que canta un gallo.
Soy malagueño, nací en el Mediterráneo como diría Serrat, pero no me gusta la playa. ¿Qué le voy a hacer? El agua está fría, sí, fría aunque a los malagueños nos guste decir que está "buenísima". Y, la mayoría de los días, sucia, sí, muy sucia. Y eso es algo en que todos los malagueños sí estamos de acuerdo. Tampoco le encuentro especial sentido a estar tres, cinco o siete horas tumbado sobre tierra de cantera o de vete a saber dónde, porque la arena como tal hace mucho que desapareció. Eso por no hablar de aguantar los balonazos de los niños, y de los adultos, los gritos de la Saray de turno o salir impregnado de olor a chorizo criollo de la barbacoa-chalé de lujo que se montan los de al lado. A mí lo único que me gustaba de la playa era coger coquinas y jugar a las paletas en la orilla y ya no se puede hacer ninguna de las dos cosas.
Por eso me llama tanto la atención que vengan tantos turistas a la Costa del Sol por la playa. Es obvio que cuando se pasa el resto del año a cero grados y lloviendo, cualquier sitio soleado es bueno, pero nos queda aún mucho por hacer para ser un destino de gran calidad. Llevamos 40 años reclamando el saneamiento integral y es hora de que alguien coja, de una vez por todas, el toro por los cuernos.
Nos salva una magnífica planta hotelera, buenos profesionales, uno de los mejores climas del mundo, ser un destino seguro y bien comunicado y, sobre todo, la gracia de los malagueños que espero que nunca se pierda en una sociedad cada vez más individual y anónima.
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