El alma al diablo

Málaga ha sido históricamente una ciudad vinculada al mar que vivía de espaldas a este

El Plan Especial del Puerto gravita sobre dos ideas. La primera es lograr su viabilidad económica. La segunda, generadora de ciudad, su apertura a la misma como símbolo del alma de la Málaga del siglo XXI. Málaga ha sido históricamente una ciudad vinculada al mar que vivía de espaldas a este. El desarrollo del siglo XIX se cimentó en las exportaciones de su puerto. Pero su naturaleza de espacio cerrado, la situación de las fábricas sobre las playas de poniente y la carencia de arenales en levante, configuraron una ciudad en la que las villas de la acera sur del paseo de Sancha miran al norte, para sorpresa del visitante. Abrir el puerto fue la reivindicación ciudadana del Plan. Primero en forma de lucha contra la valla. Luego, oponiéndose a la construcción, en contra de la regulación de propio Plan aprobado unos años antes, de un edificio entre los Muelles 1 y 2. Se trataba de llegar al mar como se había hecho con la urbanización del paseo marítimo de poniente y los cinco kilómetros de playas artificiales entre la Malagueta y el Palo. De hacer del puerto parte del alma de la ciudad. Que los barcos que entrasen en la dársena fuesen yates o megayates nunca fue el dilema. Y con esa premisa se resolvió el concurso de ideas del Muelle 2 y se desarrolló el centro comercial del Muelle 1. Resueltos estos, le ha tocado el turno a la plataforma del dique de levante. Aquí se invierte el argumento. Ya no nos asomamos al mar. Como en numerosas ocasiones han repetido, generamos un nuevo mirador desde el que contemplar la ciudad. Supongo que mi curiosidad profesional me obligará (y permitirá) tomar un café el día que lo construyan para contemplarla. Pero sospecho que, en una urbe en la que el precio del gin-tonic es proporcional a la altura a la que se encuentra la terraza donde lo tomas y su proximidad al cantil del puerto, el asunto no estará al alcance de todos. Las vistas tienen un valor que aumenta en la medida en que todo el mundo no puede disfrutarlas. Y en cuestión de vistas, un valor que solo supera el de la privacidad.

A cambio de que los dueños de las embarcaciones no se sientan observados, la valla opaca que pretendían levantar en el muelle 1 (ahora parece que no) arrebataría parte de su valor a los comercios del muelle y nos privará a todos de la panorámica que recuperamos hace años. Desprendernos de ella nos obliga a preguntarnos si necesitamos vender nuestra alma al diablo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios