Al final del túnel
José Luis Raya
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Si hay algo claro después de esta campaña electoral es que poco se hablado de Europa y que, en todas partes y, desde luego, en España ha primado la política nacional por encima de los debates sobre la UE. La derecha en nuestro país ha utilizado las tres convocatorias electorales previas –Galicia, País Vasco y Cataluña- y ahora las europeas como una auténtica segunda vuelta de las elecciones del 23-J. El antisanchismo ha vuelto a primar sobre Europa en unas elecciones vitales para el futuro del proyecto europeo.
Conviene recordar que el proyecto europeo es el resultado del consenso y del impulso de democristianos, socialdemócratas, liberales y verdes y que los europeos lo que nos jugamos el domingo es, precisamente, un adiós a todo eso si la derecha radical obtuviese un gran resultado y los conservadores pactan con los ultras.
El proyecto europeo es de lo mejor que tenemos. España es otra desde que entró en la UE. En los últimos años la búsqueda de salidas políticas a la pandemia, la crisis económica y la guerra de Ucrania ha supuesto una revitalización de la UE. Ahora se trata de crear una defensa europea, asegurar una transición ecológica y responder al nuevo cambio tecnológico. De este modo, Europa debe dar pasos adelante en esa dirección y evitar una vuelta atrás. Generar mayorías que faciliten los consensos necesarios para abordar todos estos desafíos, sabiendo que Estados Unidos y China van por delante y que el liderazgo europeo no está en su mejor momento.
La derecha radical va a experimentar un crecimiento en el Parlamento Europeo y sobre todo puede influir en algunos temas. Como ha afirmado acertadamente Andrés Ortega: “Las derechas radicales, extremas o incluso abiertamente fascistas (como la AFD, la Alianza por Alemania), están creciendo en los seis países fundadores de la hoy UE (Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo), y en otros antaño defensores de valores avanzados, como los nórdicos. Sus posiciones están contaminado el debate, el centroderecha y radicalizando a la izquierda. De hecho, han contaminado ya las políticas comunitarias en cuestiones centrales como la agenda verde, frenada, también porque no se había tenido suficientemente en cuenta su coste social. O como la política de inmigración, mucho más restrictiva, e indecorosa con el apoyo y financiación por parte de la UE y varios de sus Estados miembros de operaciones de gobiernos del Norte de África para detener cada año a miles de migrantes en tránsito por sus países y abandonarlos en zonas remotas, a menudo desiertos”.
La normalización de esta derecha radical en sus países puede influir, naturalmente, en la agenda europea. Su normalización en el Parlamento Europeo puede influir en polarizar el debate político en ciertos temas. El giro a la derecha o la derechización no es una cuestión ideológica es algo que va tener consecuencias sobre políticas concretas. Está claro que Europa se juega mucho el domingo, no podemos dejarla en manos de los antieuropeos.
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