El arte de conversar

La mayoría de los jóvenes no habla ni dialoga, sino que se comunica mediante mensajes desde el móvil

Los andaluces tenemos fama de que nos gusta salir y hacer vida en la calle, al contrario que los nórdicos que se pasan horas y horas sin salir de casa y sin relacionarse con nadie. Por eso, como dice mi hijo Dani, sacan tan buenas calificaciones en el informe PISA, y añade: lo que de verdad tiene mérito es aprobar viviendo en el centro de la ciudad donde todos los días hay algo, cuando no una cofradía, un concierto de bandas o un traslado de imágenes.

Y es verdad que a los españoles en general y a los andaluces en particular nos gusta la calle, salir a vernos y sobre todo tomar copas fuera de casa. Otra cosa es lo de conversar que es lo que verdaderamente enriquece. En la mayoría de los establecimientos públicos de nuestra ciudad el ruido y el bullicio hacen imposible la conversación. En estos días tan señalaítos, lo peor que le puede ocurrir a uno es que en la mesa de al lado haya una comida de empresa o familiar. Las voces y la euforia harán imposible una mínima conversación sin que ello suponga una reducción en la factura a pagar por daños colaterales.

Mi amigo Félix me ha regalado un libro titulado La cultura de la conversación, en el que se desarrolla la importancia que el arte de conversar ha supuesto para la cultura europea. Gran parte de los acontecimientos importantes de nuestra historia han tenido su origen en alguna conversación. Es el arte de dialogar, la importancia de la palabra para el ser humano, incluso se define al Creador como el Verbo. Pero poder conversar en la actualidad es tan difícil como pretender disfrutar del silencio. Y menos en lugares públicos.

Salimos mucho, sí, pero conversamos poco. En las viejas tabernas se olvidaban las desgracias, en los cafés se conversaba, se escribía y se conspiraba, pero en los bares actuales se vocea y se consume sin posibilidad de conversar. El ruido y la incomodidad, en muchos no hay ni asientos, no facilitan el encuentro interpersonal. Y para colmo el invento del siglo: los móviles. La mayoría de los jóvenes no habla ni dialoga, sino que se comunica mediante mensajes desde el móvil. Están comunicados con alguien que esté a cientos de kilómetros y no conversan con el que tienen delante. Vivimos más años, la juventud está sana y crece como los espárragos, pero pocos son los que saben expresarse o entender cuatro líneas escritas en un papel. Es el signo de los tiempos. Feliz Navidad.

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