NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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Es sorprendente que el gobierno con el mayor número de asesores de la historia democrática no se haya tomado la molestia de averiguar cómo debe actuar la persona que ayuda o asesora a la mujer del presidente de Gobierno. No existe una norma que lo regule, y probablemente no existe porque hasta ahora ningún gobierno la ha considerado necesaria. Se dejaban llevar por la convicción de que con el sentido común de la esposa presidencial era suficiente. Y así ha sido hasta ahora.
Es indudable que ese sentido le faltaba a Begoña Gómez y al personal que trabaja para Sánchez en Moncloa, y se ha llegado a la indeseada situación de que el abogado de Gómez ha solicitado al juez Peinado que haga comparecer a quienes se han ocupado años atrás de asesorar y colaborar con las antecesoras de su cliente: Amparo Yllana, Carmen Romero, Pilar Ibáñez Martín, Sonsoles Espinosa y Elvira Fernández. Todas las personas que las han ayudado a ejercer de Segunda Dama explicarán lo mismo al juez si son convocados: ninguna de las esposas de los presidentes han utilizado el cargo de su marido para hacer negocios –mucho menos conseguir una cátedra sin contar con los requisitos– y ninguna escribió a ministros para que amigos y conocidos tuvieran trato de favor en decisiones que tomaría el Gobierno.
Les asesoraron en cuestiones de protocolo, organizar recepciones grandes y pequeñas, trato que debían dar a anfitriones e invitados en reuniones oficiales, información sobre países a visitar, jefes de gobierno a los que tratar, preparativos de viajes … No se tiene noticia de que las personas a las que el equipo de Moncloa pidió que colaboraran con las esposas las ayudaran en negocios que iniciaron cuando sus maridos accedieron a tan altos cargos.
Carmen Romero siguió ejerciendo como profesora un tiempo, después aceptó la propuesta de Manuel Chaves para presentarse candidata al Congreso por Cádiz y logró escaño. Fue muy activa en las iniciativas contra las drogas. Ana Botella continuó su trabajo de funcionaria hasta que se presentó candidata a las municipales y fue concejal de Madrid, donde se ocupó de asuntos sociales. Cuando Ruiz Gallardón fue nombrado ministro, corrió la lista y se convirtió en alcaldesa. Elvira Fernández dejó su trabajo en Antena 3 porque lo consideró incompatible con ser mujer del presidente de Gobierno. Y a Espinosa, que formaba parte de un coro en León, se le abrió la oportunidad de incorporarse al de RTVE.
Ninguna se planteó aprovecharse de su nueva situación para medrar, ni utilizó a una funcionaria de Moncloa para que actuara como secretaria en sus nuevos negocios. El abogado de Begoña Gómez no hace un favor a su clienta al pedir al juez Peinado que pregunte a los asesores de las mujeres de los presidentes anteriores. Begoña Gómez va a quedar en evidencia. Hizo lo que no debía, lo que no se planteó ninguna de esas esposas presidenciales.
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