Un baile de máscaras

Dicen que la justicia siempre pone a cada uno en su sitio y ahora llega el tiempo de buscar responsables

A mediados del siglo XIX el gran compositor Giuseppe Verdi escribió una de sus óperas más famosas Un baile de máscaras con la que trataba de representar el asesinato, durante los carnavales, del rey Gustavo III de Suecia. La censura fue tan feroz con el argumento que, al final, el argumento desembocó en un simple crimen en Boston entre personajes de fábula. Con fecha 26 de junio de 2021, nosotros vamos a dar fin a este baile de máscaras que, desde hace más de un año, aguantamos con cierta dignidad y mucha paciencia, pero del que esperamos que la censura no oculte todo lo pasado.

Probablemente al volver a mirarnos a la cara en su completitud nos reconozcamos más mayores, más lozanos, o de mejor ver, pero lo que seguro que nos encontraremos es diferentes. Este esfuerzo físico que ha significado intentar reconocernos unos a otros por nuestras cejas, o por el color de nuestros ojos, toca a su fin y con ello volvemos a una normalidad de la que nunca nos hubiera gustado salir. Atrás quedan aquellos primeros momentos donde, por no haber disponibilidad de mascarillas, nos trataron de convencer de que no eran necesarias, muestra de una irresponsabilidad que probablemente fuera la mayor causante de infecciones en la lucha contra el coronavirus.

Ahora, al quitarnos las máscaras, también se escenifica un poco del fin de la censura. Podemos hablar de nuevo y opinar sin miedo sobre todo lo vivido. Han sido más de 100.000 muertos por el camino que nadie quiere asumir, y que ahora convendría recordarlos con el funeral que merecieron. Por el camino hemos tenido que sufrir, desde el ocultamiento de pruebas de China sobre sus investigaciones biológicas, hasta la escasez de vacunas para unos países a diferencia de otros, y con ello el mundo ha dado un ejemplo de solidaridad francamente mejorable. Pero dicen que la justicia siempre pone a cada uno en su sitio y ahora llega el tiempo de buscar responsables. Tras el enorme coste económico que ha supuesto y supone para todos los países acabar con esta pandemia, las compañías de seguros internacionales esperan su momento para intervenir contra los que ocasionaron todo esto. Y sabemos que echarles las culpas a los murciélagos del mercado de Wuhan, o a la rigidez de procedimientos de las comisiones de vacunación, son excusas de mal pagador. Porque, como canta Joan Manuel Serrat: "Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio".

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