Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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La banalidad del mal

La Junta de Andalucía ha elaborado unos carteles para frenar la violencia machista. A lo peor, la incrementan

La pensadora Hannah Arendt (1906-1975) se tuvo que pasar toda la vida dando explicaciones por haber utilizado la expresión banalidad del mal en sus reflexiones sobre los horrendos crímenes cometidos por funcionarios corrientes que confesaron que ellos solo cumplían las órdenes de sus jefes en el exterminio de judíos. En 1961, Arendt cubrió para The New Yorker el juicio al jerarca de las SS Adolf Eichmann, organizador del traslado de judíos en trenes a los campos de exterminio. Parece que sus artículos desde Jerusalén, como los textos colgados en Facebook, fueron linkeados sin haber sido leídos. Lo banal no era el Holocausto, sino que hubiera sido ejecutado por funcionarios vulgares que se exculpaban afirmando que habían obedecido órdenes superiores. También sentó muy mal que responsabilizara, en parte, del exterminio a los Consejos Judíos que colaboraron con los nazis en las deportaciones. Ella llegó a decir que sin la colaboración de estos organismos el número de exterminados hubiera sido mucho menor. Los asesinatos de mujeres por sus parejas guardan algún parecido con los exterminios masivos que se han dado a lo largo de la historia de la Humanidad. En casi todos, lo primero que se hace es cosificar a la víctima, privarla de la condición humana, despersonalizarla. El asesino ve a su mujer como un objeto indócil, inmanejable. Preguntados los vecinos, suelen opinar que el criminal se comportaba como cualquier hombre corriente. Pero en su cabeza, como en la de tantos asesinos de la Historia, la victima ya no es un ser humano, es un cuerpo extraño, nocivo. Estos hombres grises (los que no se suicidan), no muestran arrepentimiento. En la controvertida publicidad que la Junta de Andalucía ha elaborado para luchar contra estos asesinos, aparece algo positivo: un número de teléfono al que llamar para frenar las agresiones. Para algo servirá. Lo demás de los carteles, fútil. La percepción generalizada de la población es que unos sedicentes servidores públicos que ya ni siquiera son capaces de formar gobierno, difícilmente van a arreglar un problema tan tenebroso con cartelitos. El afán de unos y otros por aprovecharse de estas y de otras víctimas para obtener votos y poder es tan obsceno que sus actuaciones, como las de los Consejos Judíos, no sólo no solucionarán el problema sino que, incluso, hasta podrían agravarlo.

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