tiempos modernos

Bernardo / Díaz Nosty

Las barbas de Merkel

MUCHOS españoles votaron el 20 de noviembre buscando el oxígeno que necesitaban para respirar. La mayoría absoluta no fue casual, en unas elecciones donde ninguno de los liderazgos producía emoción. Si entonces hubo coincidencia al afirmar que Zapatero perdió el tiempo con un optimismo insensato, ahora deberíamos preguntarnos si no estaremos ante un nuevo desenfoque de la realidad. En apenas dos meses, tras la declaración solemne de que se diría toda la verdad al país, se advierte un nuevo manejo interesado de la información y su tiempo.

Zapatero hizo un diagnóstico tardío y, cuando habló de las raíces externas de la enfermedad, se le acusó de escurrir el bulto y aplicar terapias inadecuadas… Con Rajoy en la nevera, el PP cubrió la pasada campaña electoral con recetas ocultas y la promesa de sacar al país del naufragio. Su sola presencia en la escena, se decía, devolvería la credibilidad del país ante Europa y, entonces sí, llegarían los primeros brotes verdes... No explicaron la terapia, pero aseguraron, no ya a los empresarios -sólo con ellos no se ganan elecciones-, sino a la opinión pública, que el partido de los trabajadores, como diría Cospedal, tenía la llave del éxito. Pero nunca anunciaron que aplicarían la cirugía invasiva y una quimioterapia llamada a dejar la soberanía en los huesos.

"Esta reforma me va a costar una huelga general", dijo Rajoy en Europa, antes de que en España le viéramos con la bata blanca y el serrucho. Se ha hecho el rectificado exprés de la Constitución, se están realizando todos los deberes, se va a meter el bisturí…, pero casi nada cambia y, ahora, ya no hay equipo médico de reserva. Las agencias siguen descalificando a favor de los especuladores y, el que fuera Estado de bienestar no garantiza que el malestar vaya a ser atendido.

¿Qué hacer si la prima de riesgo nos devuelve a los vértigos del acantilado? Se valora el sentido común de nuestro presidente, seguramente como una virtud de la bonhomía gallega, pero no basta. Ahora, es preciso el sentido de Estado, esa visión que los clásicos, en situaciones de tensión extrema, llamaban patriotismo. El componente psicológico de la terapia no se alcanza chalaneando con la opinión pública o instalándose en los jadeos del pasado, donde toda la culpa fue de la política interna hasta que se llega a La Moncloa, porque sólo entonces se dicen ver de cerca las barbas a Merkel... Sentido de Estado es dejar el rodillo tranquilo y también mirar hacia dentro, hacia el sufrimiento de la gente que, por cierto, aún no ha recibido la palabra solidaria de quienes, en mayo, nos recordarán no sé qué casilla de la declaración de la renta.

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