COMO esos jarrones de plata que embellecen el mueble bar; como figuras de escayola que sostienen el paragüero, absortos en la demostración de su pose, preocupados porque el brillo del sol que cimbrea el viso semiabierto de la ventana no deslumbre el color de su finura, permanecen en su asiento, sin ganas de subir a la tribuna de la toma de decisiones, quienes en el partido socialista, y a veces obrero, se llaman barones.

Se desgañitaba España entera en la búsqueda de una actitud responsable, esperando que el NO de Pedro fuera más positivo que la traslación personal de su infinito rencor. Desmedidamente, en todas las pantallas de las redes sociales se leía el clamor en contra de esa cerrilidad inamovible del bronceado Pedro. No había opinante de guardia, vigilantes de las ínsulas progresíes, incluso desde Nueva York, que no le insuflara por escrito en artículos periodísticos diversos y reversos, el ánimo suficiente para que no se sintiera solo, y cambiara el desvío de su negativa y cerril terquedad hacia la abstención precisa, solo esa, ni más ni menos, para que un gobierno arrancara de nuevo en España.

Pero ellos, oh altura divina del silencio en momentos tales, ahí siguen, baroneando que es gerundio. Se están repartiendo mochuelos, y cada nido de olivo que se trague el suyo. Barones y baronesas de la España socialí, tan sacando pecho como se les veía en situaciones varias de menor enjundia, conscientes del fracaso electoral que se le avecina al noneador Pedro, otro más, prefieren que el trabajo de destrone y destitución del fracasado Sánchez se lo hagamos los electores. A ellos se les ha pasado ya el arrebato. Su actitud precavida, ese arma tan letal para el interés general, los tiene en su terraza con vistas, having a relaxing cup of tea de las tres y media, el de la cinco, y la cañita de las nueve, si cupiera.

Los oyes en privado, en relajación flagrante tras fumarse el puro del día, y dicen lo que piensan. Parecen sinceros. Pero, ay barones del alma mía, cuando llega el turno del comité federal, en ese lugar donde la opinión cuenta más que nunca, ahí, se les pega la lengua al paladar, como saboreando el sillón que ahora tiene Pedro, y se les corta el habla; salivan como el perro de Pavlov, pero callan. Quieren que hable el otro primero. Y esperando estamos a que un comité federal le diga ya a Pedro Sánchez la responsabilidad que España espera de ellos, que no es la que están ofreciendo. ¿De qué nos vale un liderazgo de baronías tales, con lo que dicen que pesan, si, cuando más falta hacen, el silencio de su particular estrategia les embarga? Llegará la hora. Y usted que lo lea.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios