La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

De la barricada a la desbandada

La investidura telemática o por delegación no sólo es ilegal según cualquier ley: es que va contra el sentido común

De las barricadas a la desbandada. Dos meses de cárcel efectiva y el riesgo probable de mucho más tiempo de cárcel futura ablandan hasta los espíritus más fanáticos y combativos. Hay una desbandada general en el independentismo catalán. Sólo se mantiene encendida la lucecita de Bruselas, Puigdemont a la cabeza de una mermada mesnada de leales dispuestos al martirio. Algunos son cabales que no están en sus cabales.

Crece, incesante, la marea derrotista, al grito de sálvese quien pueda. Esta semana han dado pasos atrás, al lado o hacia abajo el ex consejero Mundó, el ex consejero Forn, la aún presidenta en funciones del Parlament, la lideresa de los ayuntamientos secesionistas y los Jordis (el brazo cívico del movimiento, nada menos). Hasta Artur Mas se ha largado de la presidencia del partido ex convergente, no sin antes proclamar que no existe mayoría social para continuar el proceso independentista de manera unilateral.

El propio Oriol Junqueras, con su argumentación al Tribunal Supremo para que le permita asistir a los plenos parlamentarios, ha formulado la mejor réplica al descabellado propósito de Carles Puigdemont de ser elegido president de la Generalitat sin moverse de Bruselas. Dijo Junqueras que los diputados deben asistir a los debates y votaciones del Pleno, que son insustituibles y que su voto es indelegable. Exactamente lo contrario de lo que persigue el Fantasma de Flandes: que lo voten en ausencia para seguir rehuyendo a la Justicia.

Eso de protagonizar un debate de investidura desde la distancia, por vía telemática o por delegación en otro diputado presente (por cierto, ¿tendría éste que esperar el dictado de Puigdemont para replicar a los sucesivos portavoces?), no sólo es ilegal para cualquier ley o reglamento que se aplique -la norma catalana dice que el candidato presentará su programa devant el Ple, delante del Pleno, como ha recordado Vidal-Folch-, sino que es contrario al sentido común. El sentido común sugiere que sería legítima una mayoría independentista en la Mesa del Parlament y normal un president independentista en la Generalitat. Pero no uno elegido por un procedimiento grotesco y que hace tiempo que piensa mucho en sí mismo, poco en su proyecto y nada en Cataluña.

Hay nostalgia de aquel Tarradellas avisador de que en política se puede hacer todo menos el ridículo. Después el catalanismo se llamó Pujol, Mas y Puigdemont. Cada uno de ellos fue peor que el anterior.

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