SIEMPRE se dijo que la política era el arte de lo posible, pero vistas las últimas inclinaciones, mejor sería definirla como el arte del espectáculo. Dos son las sesiones parlamentarias que llevamos en esta legislatura y parece que llamar la atención con cuestiones ajenas al debate político se ha convertido en la especialidad del grupo parlamentario de Podemos. El hijo de Carolina Bescansa pasó, por mor de la originalidad y expresa voluntad de su madre, a convertirse en la foto de la sesión inaugural del Parlamento. Cumplido el objetivo de conseguir la imagen del día, era necesario en la sesión de investidura renovar el número. Y a fuerza de pensar, se acordó que un beso en los labios entre el gran portavoz y su confluente catalán, Domènech, podría cumplir el objetivo. Pero no un beso discreto o tímido o disimulado, no. Era un beso-espectáculo y por tanto tendría que ser público, llamativo, transgresor y provocativo. Y ahí los tienen, en medio del hemiciclo, uno bajando de la tribuna, otro corriendo entusiasmado a su encuentro, para confluir ante la mesa de los taquígrafos.

No sé de qué se asustan los timoratos. Eso es lo normal, darse el pico cuando hay alegría o euforia, aunque yo, sinceramente, por más que he repasado la intervención del podemita catalán no llego a explicarme tanto entusiasmo. Debe ser que el profesor Iglesias Turrión en sus clases, cuando algún alumno respondía con brillantez alguna cuestión, bajaba del estrado y corría a abrazarlo y besarlo. Costumbres que la casta no entiende.

El problema es que el beso no es un gesto unívoco. Se presta a muchas interpretaciones. Ahí tienen los besos de Breznev apretando los bigotes de su camarada alemán Honecker o los besos de protección y afecto de la mafia italiana o el beso traidor y falso de Judas. Todos son besos y cada uno tiene su significado. El análisis político está en adivinar: ¿qué sentido tuvo ese beso? ¿por qué al portavoz catalán y no a su confluente compañera gallega? ¿por qué hasta ahora el gran líder no ha distinguido con un ósculo público a su inseparable Errejón? Ahí dejo esas dudas para sesudos análisis.

El problema que ahora tiene Podemos, para no desilusionar a sus seguidores, es cómo renovar el espectáculo en cada sesión parlamentaria. Lo suyo sería que entre los círculos, a los que hasta ahora poca participación le han dado en la política de pactos, se convocara un concurso de ideas para poder ir sorprendiendo en cada sesión parlamentaria. Y aunque eso no aporte nada a la política española, parece que ellos se divierten mucho.

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