Tiempo Un frente podría traer lluvias a Málaga en los próximos días

Hay matrimonios que deberían tener prohibido lo de ser padres. Porque solo traen al mundo hijos puñeteros. Por ejemplo, algunos de los que concibieron ambición y conformismo: la resignación, la rebeldía o la resiliencia. Me da que todos esos son conceptos que miramos de distinto modo según la edad. Uno es de nacimiento lenguaraz, valiente, tozudo, perspicaz. Pero hay pieles anfibias que nos visten según las circunstancias vitales. Qué bien parece sentar eso de ser ambicioso en la facultad, jurarle al viento que el bocado que le darás al mundo será épico. Y cuán inteligente parece aquel que cuadra un buen horario laboral para centrar el tiempo libre en su familia o su afición favorita. Esas dos personas pueden, incluso suelen, ser la misma, solo que diferenciadas por unos cuantos años.

Todos nos preguntamos quién es más feliz, el inconformista o el acomodadizo. Y quizá la mejor respuesta sea que hay mayor población en las estaciones de paso de la resignación y la resiliencia (detesto esta palabra, por cierto; supongo que por aquello de nacer de una moda no compartida). Pero ahí podemos extender el bucle de las dudas, porque estar entre dos polos puede equivaler a verse en tierra de nadie, a mirar hacia el norte y hacia el sur comprobando que en medio de ambos no queda nada.

Ya sea por mi edad en cuarentena, por las cicatrices o por los sueños tachados de la lista, mi sensación es la de que al joven le queda chica la talla del conformismo y al viejo, grande la de la ambición. Y que por la vida no se debe vestir eligiendo la etiqueta o el chándal, que hay ocasiones para todo. He visto a amigos hacer estallar la felicidad construida durante años por la indigestión del ciento volando. A otros que tuvieron tanto déficit de endorfinas en la infancia que en la madurez se pasaron de frenada, incapaces de entender que su deuda ya estaba saldada. Me dan mucha pena los que se conformaron demasiado pronto y le dejaron el precinto puesto a su talento; y estos jóvenes que vienen tan empoderados que exigen tener todo lo que desean porque han crecido con demasiadas posibilidades a su alrededor.

Y, bueno, por qué no admitirlo, un servidor también maneja la sensación de haber resbalado en alguno de esos errores. Hay más pisos vacíos en la tierra de los soñadores que en la zona de confort. Y resulta muy difícil jugar al black jack. Sin embargo, llegados a ese punto de bloqueo y embarazo de dudas, uno siempre tiene una canción que le rescata. Yo, en mi vida, no he encontrado mejor manera de entender el paso del tiempo que en las canciones de Carlos Goñi. "Quizás fue más de una o más de dos, y se me fue la mano; y por matar el tiempo que me mataba, casi me mato", escribió en la que me ha rescatado ahora y cuyo título no puede ser más pertinente.

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