Letra pequeña

Javier Navas

El 'botellón' y la plancha

LA aplicación de las leyes contra el consumo de alcohol en la calle los fines de semana (leyes contra el botellón, para entendernos) daban un poquito de alivio. Se había escuchado tantas veces de tanto preboste que aquello era imposible de atajar, que el botellón era una cultura cabezona como sus resacas, que no se podía poner puertas al campo... Ni falta que hacía, pensó alguien: bastaba poner vallas al Paseo de los Curas. Así la marea de whisky y análogos refluyó en la Plaza de la Merced, pero Málaga es tan grande... Los vecinos de Alameda de Colón, hasta entonces sólo quejosos por la abundancia de prostitutas, tenían más por lo que rabiar; del Paseo rebosaban los botelloneros, que llegaban hasta sus zaguanes. Y al ruido sí que no hay quien le ponga puertas. En El Ejido, lo mismo. Pero desoyendo a los mijitas, el Ayuntamiento podía presumir de haber resuelto el problema encerrándolo en un corral.

Javier Carnero piensa pasar a la historia como "el alcalde que erradicó el botellón de Benalmádena". Es posible que su batalla lo haga pasar a la historia, pero no como ha imaginado. El puerto y la Plaza Solymar forman una de las zonas de ocio nocturno con más solera de la Costa del Sol: un jolgorio, un negocio, un quebradero de cabeza. Los hosteleros protestan del trato que les da el alcalde en las entrevistas. Dicen que cuando habla de ellos se sienten "casi como delincuentes". A una tasca no le interesa verse rodeado de gente que en lugar de sentarse en sus taburetes y beberse un par de cervezas se apalanca en la acera de enfrente con botellas de alcohol y de refrescos y una bolsa de hielo compradas en un supermercado. El único beneficio que les queda es cobrar entrada incluyendo en el tique una consumición gratis -con frecuencia, la única que bebe el cliente en toda la noche-. La idea del alcalde es imponer horarios. Ya hay uno que todo botellonero de bien respeta: plantar la tienda a las 12 en algún sitio seguro y a las 3 enfilar hacia las discotecas, que para entonces ya se han ambientado. Más o menos es el horario de Málaga. Para los locales hay licencias con precios distintos y que permiten cerrar a distintas horas. A las 3 muchos empiezan a largar a la parroquia y el que tiene aguante se va a una de las discotecas que alberga gente hasta que abren bares donde sirven churros.

No conozco tarea doméstica más desesperante que la plancha. Hay una arruga enorme en la manga de la camisa. Das una pasada y desaparece. Y un par de arruguitas pequeñas surgen más arriba. Tratas de alisarlas y entonces, cerca del cuello... El planchado se parece a la pelea contra estas costumbres. Carnero podrá sacar el botellón de donde está ahora y se repartirá entre otras esquinas más recogidas, que acabarán por convertirse en los lugares de moda. El alcalde de Benalmádena pasará a la historia antes de que lo haya hecho el botellón.

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