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En tránsito
Estos días se han difundido unas imágenes de una política –creo que extremeña– que caminaba por la calle tambaleándose y en aparente estado de embriaguez. Por supuesto, en las redes sociales se han lanzado a despellejar a esta mujer que iba haciendo eses y que tenía que apoyarse en su pareja. El hombre (no sé si era su marido) mostraba con ella una actitud admirable. La sostenía y la ayudaba sin un mal gesto ni una mala palabra. Al contrario, todo era afabilidad. Lucia Berlin contaba en algún sitio que iba en un avión cuando empezaron a sentirse unas turbulencias terribles. El avión iba dando bandazos y todos los pasajeros estaban aterrorizados –ella la primera–, pero en la fila de al lado había una mujer dormida sobre las rodillas de su pareja, que le estaba acariciando el pelo como si no estuviera ocurriendo nada. Y Lucia Berlin se preguntaba por qué no había podido encontrar una pareja que la tratara así. Y eso es lo que pensé cuando vi a aquel hombre que sostenía paciente a su mujer borracha por la calle: feliz quien tuviera una pareja así.
Hemos entrado en una fase de enfrentamiento político tan nauseabundo –el muro de odio, las mentiras sistemáticas, el desmantelamiento del Estado en nombre de unos falsos principios progresistas– que ahora usamos cualquier excusa para atacar a nuestro adversario político. No diré a qué partido pertenece la mujer que se tambaleaba por la calle, pero es seguro que los suyos habrían hecho lo mismo que ahora estaban haciendo sus adversarios con ella. En esta guerra de trincheras no hay tregua y se usan lanzallamas y gases venenosos. “Bildu es un partido progresista”, dijo el otro día un mendrugo al servicio de Sánchez, que es algo así como decir que Hitler, que era vegetariano y no fumaba y amaba a los animales, era una persona admirable. Y lo peor de todo es que hay cientos, miles, incluso millones de personas (algunas no enteramente idiotas) que están dispuestas a tragarse esta clase de estupideces. Pero esto es lo que hay y no hay indicios de que las cosas cambien.
Por eso hemos llegado a la degradación inconcebible de usar las imágenes de una persona que se tambalea por la calle para denigrarla a ella y para denigrar a su partido. Yo me quedo con la imagen del hombre que la sostiene (tan digno, tan comprensivo) y me pregunto por qué no habrá más gente así en la vida. Y en la política.
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